Si bien no existe un parámetro noble de medición y menos con diferentes épocas y rivales, se puede ensayar un enfoque objetivo sin entrar en el terreno de discutir grandezas y mucho menos repercusiones.
Las comparaciones serán odiosas, pero -tal como sucede con las mujeres- no por ello dejan de perder su encanto. Desde que Maravilla Martínez se subió al podio mundial peso por peso, estando en la misma categoría que el Gran Carlos Monzón -mediano-, comenzó la polémica. ¿Quién es mejor, quién ganaría, o quién cosechó más méritos, entre Carlos Monzón y Maravilla Martínez?
Cierto es que no existe un parámetro noble de medición, y menos con diferentes épocas y rivales. La opinión, los gustos, preferencias, y la información que cada cual tiene sobre ambos -más los ítems que cada uno adopte-, se mezclan entorpeciendo el análisis. Pero sin discutir grandezas, y mucho menos, repercusiones -Monzón paralizaba el país-, se puede ensayar un enfoque objetivo.
El retirado colega e historiador Julio Ernesto Vila, palabra autorizada en la materia, opina: “Maravilla es el mejor de estos tiempos, pero Jorge Fernández lo partía al medio, y Lausse lo asesinaba. Eran otros hombres los hombres aquellos”. Jorge Fernández fue campeón argentino y sudamericano, que perdió ambos títulos con Monzón por puntos. Welter natural, PKOT 9 con Emile Griffith en el 62 y dos veces por puntos en el 60, siempre afuera y en fallo ajustado.
Más largo y alto, más temerario, Monzón poseía una aureola extraboxística dominante, una personalidad intimidatoria, que influía en sus rivales sobre el ring. Más limitado técnicamente, su pegada venenosa parecía más confiable en cuanto a poder, consiguiendo una demolición lenta, casi sin hacer fuerza. Era apático a veces, en especial hasta antes de ser campeón mundial. Respetado y temido, más que admirado por su boxeo. Maravilla es casi lo opuesto. Otro perfil, otra imagen. Culto, respetuoso, amable. Un mediano chico, cuyo fuerte es el espectáculo, su velocidad y precisión. Atrapa por su estética sui géneris, y sin tanta pegada consigue similares efectos que Monzón. Convence por su técnica e inteligencia, y humilla más que amedrenta. En sus últimos tiempos reveló explosividad con ambas manos, sin que hayan sido características en su carrera. Es zurdo, de guardia baja y defensa atípica.
Ambos fueron poco probados en absorción al castigo, pero las pocas veces que lo hicieron, dio la sensación de que el mentón de Carlos era frágil -aunque no era fácil pegarle-, y que el de Martínez se la banca más. No obstante, mientras Monzón realizó casi toda su carrera en Europa, Maravilla lo hace en Estados Unidos, donde apenas una sola vez pisó Monzón, con la diferencia económica y de nivel existente entre ambas sedes.
Yendo a sus rivales, lo más exacto sería revisar nacionalidades, y el lugar que ocupaban en el contexto de cada época. ¿Se puede decir que Paul Williams y Kelly Pavlik representarían al Griffith y al Briscoe de otrora? Los primeros, dos gigantes en plenitud física y boxística, ya se sabe cómo terminaron con Maravilla. Briscoe, que lo tuvo groggy a Carlos en el Luna, orillaba los 30 años -casi la misma edad que Williams y Pavlik- cuando lo enfrentó, pero Griffith tenía 33 en la primera y 35 en la revancha, la más dura para Monzón, cuyo triunfo algunos cuestionan.
¿Al Bouttier de entonces -campeón europeo-, y al Benvenuti de vuelta, se los podrá comparar con el Darrem Barker y el Dzinziruk actual? Es lo más equivalente que encontramos, tomando como referencia siempre a los rivales más famosos y encumbrados que tuvo Monzón en su reinado. ¿Quién fue el Mantequilla Nápoles y quién podrá ser el Rodrigo Valdez de Maravilla?
Tal vez Kermit Cintrón pueda bancarse la analogía con alguno, salvando distancias, pero lo cierto es que la carrera del quilmeño no terminó, y aún lo esperan nada menos que Pacquiao y/o Mayweather, los dos popes, los que nunca enfrentó Monzón dentro de su contexto. Si se da, cuando cuelgue los guantes, quizás allí sí puedan trazarse paralelismos equivalentes.

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