Sin la arrogancia de épocas cercanas, Maravilla Martínez eligió otro modelo para moverse, más tranqui y vulnerable, tal vez por necesidad, o quizás porque el otro ya no acompañaba su actualidad. Nadie sabe a ciencia cierta cómo está, y cómo rendirá en su pelea contra Miguel Cotto del 7 de junio en el Madison, que puede ser la última de su carrera (si pierde).

Antes de la pelea frente al inglés Martin Murray, incluso antes de JC Chávez Jr, era común ver a Maravilla Martínez en cuanto programa había, deambulando de un lado a otro, exultante y verborrágico.

Con Chávez, despotricando a diestra y siniestra, amenazándolo, intimidándolo verbalmente. Con Murray, más que nada, prodigando elogios hacia sí mismo, a su entrenamiento, a su excelente estado físico y salud corporal, 110 puntos de la mano, 120 de la rodilla, y que "va a haber nocaut, muchachos".

A ojo de buen cubero, no puede pasar indiferente que ahora bajó considerablemente el perfil, y no sólo eso, sino que, extrañamente, pese a que pasó un año en el cual descansó, y que le dieron el alta para entrenar (y boxear) tras un tratamiento con células madres que -según afirman- lo mejoró mucho, su discurso es diametralmente opuesto. Ahora dice que "el dolor está con solo caminar".

Retrotrayendo sus declaraciones previas a Murray, se ve que éstas sucumbieron como babosas en sal ni bien comenzó el combate. Allí quedaron al desnudo todas las mentiras, o mejor dicho, toda la verdad. Y él mismo lo reconoció ante la evidencia, y, por qué no, como conveniente excusa.

Con similar razonamiento podemos inferir que ahora usa el mismo mecanismo, pero a la inversa, es decir, busca que se confíen, cual jugador de truco, que cuando está cargado se hace el ciego y viceversa.

Mas tampoco puede omitirse un hecho fundamental, que obró un cambio en su vida deportiva: volvió a entrenarse con su antiguo DT y protector, Gabriel Sarmiento, quien fue el que le reconstruyó su vida en España.

 Aún preso por una causa injusta, ya que se lo acusa de un golpe que él no aplicó, y que dejó a un joven parapléjico en la puerta de un boliche que regenteaba, Gabriel goza de un régimen de salidas diarias, gracias a lo cual, puede entrenar a Sergio.

Fue su DT incluso estando preso, y desde allí le organizaba las tácticas y los entrenamientos. Sin embargo, gozando del mismo régimen actual, se abusó y fugó a USA por seguir a Maravilla en su pelea ante Dzinziruk, donde lo capturaron y deportaron, tras lo cual, cortaron no sólo el contacto, sino todo.

Su hermano Pablo entonces tomó su lugar, con otro perfil, otro libreto y otros códigos. Y creció la imagen del Nuevo Maravilla, más pedante, inalcanzable, endiosado por sí mismo y envuelto en una nube –de eso-.

 Su retroceso boxístico y físico coincidió con esa etapa, aunque también se culpa a su edad. Sus lesiones –que antes también estaban- recrudecieron. Pero lo que más claramente cambió fue su perfil, que se elevó varios pisos, y su mensaje pasó de la humildad a la soberbia, sin escalas.
 
Hoy bajó el nivel de exposición, y cuando lo tiene, se parece más a Clark Kent que a Superman. ¿Casualidad o causalidad?

 La victoria en su pelea contra Miguel Cotto del 7 de junio en el Madison, dependerá en gran parte de cómo esté de sus lesiones. Él dice que mal, aunque por ahí esté bien. Contra Murray decía estar bien, y estaba mal. Como Muhammad Alí, Maravilla pelea hasta con las palabras. ¿Busca subestimación, o abre el paraguas?
 
Lo que no podrá, es ser asistido por Gabriel Sarmiento, quien no puede salir del país por su situación judicial. En su rincón entonces estará Pablo, hoy en día en Córdoba, según dicen –lenguas ni malas ni buenas, sino cercanas- con nueva novia, gastando la plata, con todo el derecho del mundo. Pero cuesta imaginar a Santos Zacarías, Amílcar Brusa, o a Paco Bermúdez, haciendo lo mismo al quedar sin Coggi, Monzón o Locche.
 

Lo cierto es que poco a poco, Maravilla bajó su perfil. Tanto, que esta mañana (martes) organizó una conferencia de prensa y no invitó a gran parte de ella.

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