Franco Dalmolín se convirtió hace diez años en el primer caso de ablación que se realizó en el país a un bebé y fue el tercer niño trasplantado en el Garrahan. Conocé su historia

Franco Dalmolín se convirtió hace diez años en el primer caso de ablación en un bebé que se realizó en el país y fue el tercer niño trasplantado en el Garrahan. Conocé su historia

Libia Gallo ansiaba tener un hijo, pero sus ganas de ser madre debieron esperar 11 años para concretarse. Finalmente, y tras una larga espera, nació su retoño, al que llamó Franco Dalmolín. Pero ese momento único de felicidad se vio tristemente opacado por una noticia: su bebé, de tan sólo ocho meses, tenía una cardiopatía congénita y era necesario hacer un trasplante de corazón.

Nada fue fácil. Los médicos le decían que encontrar un órgano para él era como hallar una aguja en el pajar. Sin embargo, la lucha dio sus frutos. Apareció el de un nene que falleció por meningitis en Corrientes y que su familia decidió donar a pesar del dolor.

Posteriormente, los especialistas lograron llevar a cabo la operación, que en ese momento era algo completamente inédito en una criatura tan pequeñita. Hoy, se cumplen 10 años de aquella intervención quirúrgica que se transformó en el primer trasplante de corazón que se realizó en el país a un bebé y en el tercer niño trasplantado en el Hospital Garrahan.

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Fueron épocas difíciles, en las que todos los meses tenían que viajar junto a su marido desde Chajarí, Entre Ríos, donde viven, hacia Buenos Aires para realizar los controles propios del tratamiento.

"Una vez, Franco hizo un infarto allá y a los minutos hizo otro. Los médicos me dijeron que si tenía papá que viajara urgente porque no lo iba a poder ver más con vida", relató Libia, con la angustia aún a flor de piel. Ese día, su esposo dejó su trabajo en una maderera, salió a las 14 y llegó a las 3 de la mañana en un micro que pasó por todos los pueblos, con el único fin de estar con su familia.

Por aquellos días, era algo común ver al bebé minado de cables en todo su pequeño cuerpo y convivir con los distintos dolores: el suyo por la situación que le tocaba vivir con su hijo tan chiquito, el de su bebé, y el de las madres que estaban a su lado y que tenían a sus chiquitos internados. "Fue muy difícil. Sentir los lamentos de la gente. El de al lado que se moría, la sala de internación. Era terrible", rememoró la mujer.

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Ganarle a la muerte diez años después
Gracias a la ayuda de los médicos, a la persistencia de sus papás y la fuerza del pequeño, Franco pudo salir adelante. Pasó de tomar 18 pastillas todos los días, a ocho y llevar una vida normal, con los cuidados obvios que requiere por el trasplante.

"A la escuela va con barbijo, pero en los días de humedad viene la maestra a casa porque él no puede salir", contó la mamá a DiarioPopular.com.ar.

La donación de órganos es un tema difícil. Implica, en muchos casos, aceptar la muerte de un ser querido y trascender al dolor. Es ganarle en cierta forma una batalla a la muerte y brindarle a otro, desconocido, la posibilidad de vivir.  

 "Necesito que la gente se dé cuenta que es muy importante donar órganos. Hoy Franco está vivo gracias a eso y quiero agradecer y concientizar para que existan más casos como estos", concluyó  Libia.

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