¿Verdades poco gratas o mentiras lindas? La pelea entre Maidana y Mayweather fue mala, defraudó expectativas, pero desnudó muchas cosas que expresarlas tal cual son, es una sana virtud que tiende a diluirse, en una sociedad que parece preferir el buen discurso.

Más allá del bien y del mal, a Floyd Mayweather no se le cayó ningún pergamino por decir la verdad y reconocer que –tarjetas al margen-, esta pelea contra el Chino Maidana fue más dura que la anterior. Por el contrario, fue el momento donde más brilló su estrella.

Tampoco eclipsó su corona por blanquear que ya no goza boxeando, que pelea para cumplir su contrato con Showtime, y que está desmotivado.

Licencias privilegiadas que tienen los Nº 1 de hablar sin guión, sin filtro, sin temor a ser correctos o incorrectos, porque la corrección está en su sinceridad.

Maidana, en cambio, ocultó lo que fue evidente, y no quiso reconocer su mordida –independientemente del efecto, exagerado por Floyd-, pese a que ya no podía ser sancionado. Apenas, ante la contundencia de las imágenes, pasó de un "no", a un "no sé", y lo atribuyó "quizás" a un grado de inconsciencia.

Pero inmediatamente se justificó, y se contradijo: "él me quería meter el dedo en los ojos", con lo cual quedó al descubierto, sin darse cuenta: no se puede estar inconsciente para una cosa y consciente para otra.

Nada está bien ni mal. Son dos tipos de actitudes distintas. Culturas. Costumbres. Ambas válidas, ninguna de las dos ilícitas.

Puede afirmarse que el 100 % de los argentinos –entre ellos, los periodistas especializados- querían que El Chino venciera a Mayweather.

Pero al ser consultados por distintos medios, sin dejarse llevar por el fervor popular, ni el patriotismo, ni las expresiones de deseo, la prensa de boxeo nacional expresó su vaticinio sin disimulo. Y prácticamente en forma unánime, pronosticó públicamente una derrota del argentino, fundamentando su análisis de diferentes formas.

Esto fue tomado por muchos como ser "vendepatrias", tal sus mentalidades.

Luego del combate, que fue malo –más por culpa de Floyd que del Chino- y decepcionó las expectativas creadas –algo que no ayudó a alimentar la prensa boxística, sino la de los otros medios-, pese a haber sido pareja, el 100 % de estos especialistas sin embargo vio ganar al estadounidense, no sólo por unanimidad, sino con una coincidencia matemática asombrosa en las tarjetas.

También esto generó en las turbias mentes de los fanáticos acusaciones varias, desde morales y éticas, hasta sentimentales.


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La explicación es que vivimos en una sociedad atravesada por intereses enfermizos de uno y otro lado, por lo cual, desde ambas veredas se edifica la peor imagen del otro, según sea la opinión recibida a favor o en contra de conveniencias personales, sin advertir que el periodismo está "en el medio", o debería estarlo.

Y cualquier rasgo de objetividad, en vez de considerarse una virtud, resulta extraño en el mejor caso, cuestionado en el peor. En otros deportes, por ejemplo, no siempre existe imparcialidad, y en los propios medios extranjeros, llama la atención que aquí todavía no suceda lo que allí, donde -se comenta- cada periodista maneja a un boxeador.

Paradójicamente, estar exento de compromisos ya es sospechoso. No libera ni faculta, y en vez de aportar credibilidad, genera ira entre los fanáticos desmedidos y vendehumos.

Digamos las cosas como son. Por ejemplo, Mayweather ganó bien la pelea, pero perdió su sitial de Nº 1 libra por libra, al menos hoy.

El mejor boxeador del planeta no puede especular sobre el ring de la manera en que él lo hizo en el último round, bailoteando temeroso. ¿Inteligencia? Sí. Pero el mensaje es que temía perder. El reconocimiento de que no estaba seguro de sí mismo como para redoblar la apuesta y ponerle un broche de oro, sino al revés. Bajó el telón por si acaso, pensando más en la batalla que en la guerra.

Y lo hizo ante Maidana, que no es nada del otro mundo. Maidana quedó arriba gracias a la inexorable debacle del propio Mayweather, que habiéndolo vencido dos veces, lo posicionó casi a su par.

No por ello el Chino es el 2º libra por libra. El Chino es el mismo que sufrió ante Soto Karass, el que perdió ante Khan y Kotelnik, y nos gustaría saber si fue también el que cayó estrepitosamente ante Devon Alexander, ya que se cuenta que por una indigestión estomacal estuvo con diarrea el día del combate.

Pero nadie puede ser el mejor boxeador del planeta con esa cara de miedo como la que tenía Money, que puso todas las redes habidas y por haber por si acaso resbalara en su propio circo.

También fue evidente que el árbitro Kenny Bayless estuvo por demás celoso al descontarle 1 punto a Maidana para congraciarse "con el trompa", y hasta se lo adivinó "instruido" para evitar toda acción cuerpo a cuerpo que intentara el santafesino, que casualmente no propuso, pero que las pocas veces que lo intentó encontró antes al árbitro.

Pese a que el Chino acertó en el diagnóstico de lo que le faltó en la primera pelea, erró el antídoto. No era el cambio de táctica la clave, sino su perfeccionamiento.

Sin embargo, la intuición indica que en una hipotética tercera pelea –que jamás se hará- Maidana lo vencería, porque así lo sintieron ambos, aunque no se haya podido plasmar en las tarjetas. Lo mismo que Chávez Jr hubiese vencido a Maravilla de haber habido un round 13º, pese a haber cobrado 11 vueltas.

Una de cal, otra de arena. Como la vida. Sensaciones del boxeo difíciles de comprobar, pero dignas de exponer sin segundas intenciones ni compromisos, surfeando entre mentiras y engaños que no llegan ni a la esquina.

El único interés –más allá del bien y del mal- es la sinceridad. La mejor corona libra por libra, arriba y abajo del ring, tan difícil de conquistar y tantas veces puesta en juego.


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