¿Entran dormidos los jugadores a la cancha? Según los protagonistas, los entrenadores y la prensa, es muy frecuente esta modalidad. La realidad es que no hay dormidos, distraídos ni desconcentrados. Hay errores técnicos y virtudes del rival. Y sobran los lugares comunes en desmedro del análisis futbolístico.
   "Entramos dormidos y lo pagamos caro", dijo Rodolfo Arruabarrena, casi como una síntesis, el jueves 25 de septiembre, después del sorprendente 2-1 de Racing sobre Boca en la Bombonera.

   "A veces parece que entramos dormidos y hay que corregirlo. Tenemos que estar concentrados desde el primer minuto. Nos hicieron dos goles por distracciones nuestras", señaló el lunes 6 de octubre el lateral de Independiente, Lucas Villalba, después del 2-2 ante Godoy Cruz.

   Las palabras tan insípidas como frágiles a la que apelaron, en su momento, Arruabarrena y Villalba no son nuevos descubrimientos. Por el contrario; en el ambiente del fútbol esas consignas son utilizadas con una altísima frecuencia para intentar explicar, sin éxito ni inteligencia, cualquier error propio y cualquier gol ajeno.

   Siempre se habla con gran ligereza de "dormidos, distraídos, desatentos, desconcentrados" y algunas variantes similares que ponen en el foco las pequeñas o grandes ingenuidades que atrapan a los jugadores durante el desarrollo de los partidos. En realidad, esas definiciones pecan de algo fundamental: destilan un facilismo y una precariedad notable y rutinaria.

   Cuando los técnicos, los jugadores y la prensa en muchas oportunidades también, consumen y adoptan esas calificaciones y lugares comunes que no aportan nada valioso, lo que dejan sobre la superficie es que no entienden o no interpretan la génesis del fútbol de todos los tiempos.

   Todo está fuera de control en el fútbol. Todo. Siempre lo estuvo. Y siempre lo va a estar. Nadie puede controlar nada, por más laboratorio, pelota parada, táctica, estrategia, sala de videos y pizarrón que tenga incorporado. Y está perfecto que así ocurra. Eso lo mantiene vivo a pesar de todo porque es, precisamente, la magia del fútbol. Es el descontrol interminable que los entrenadores desde una mirada, sin perspectiva,  pretenden acotar o minimizar en nombre del fútbol moderno que no es tal.   

   Por supuesto no lo van a lograr nunca. Ese "entramos dormidos" de Arruabarrena y Villalba y de tantos otros en muchísimas circunstancias e infinidad de partidos, no deja de ser la búsqueda de un atajo o una justificación para hallar una causa por un gol padecido o por una derrota consumada.

   No hay "dormidos". Hay errores técnicos. No hay "desconcentraciones". Hay errores técnicos. No hay "distracciones". Hay errores técnicos. No hay "desatenciones". Hay errores técnicos. Muchos de ellos forzados por los rivales. Y muchos otros que son aprovechados por las virtudes de esos mismos rivales.

   Plantear que un equipo entró "dormido" porque le convirtieron un gol en el arranque o en el final de un partido, desnaturaliza cualquier análisis futbolístico. Desecha el análisis. Y lo encierra en otro plano. En el de la superficialidad. En el de la pavada.  ¿Será que todos, más temprano o más tarde, "duermen" en el fútbol argentino?

   ¿O estaremos asistiendo a una nueva clasificación de jugadores? ¿Los que "duermen" y los que están "despiertos"? Y también podría proyectarse a los entrenadores: ¿hay técnicos que "duermen"? ¿Hay dirigentes que "duermen? ¿Hay periodistas que "duermen"? ¿Hay árbitros que "duermen"?

   ¿No será que se equivocan? Qué todos nos equivocamos. Algunos más que otros. Y por eso algunos son mejores que otros. Mejores jugadores, mejores técnicos, mejores dirigentes, mejores árbitros, mejores periodistas, mejores...

   No es bueno apropiarse de definiciones que no definen nada. Y que se repiten hasta el hartazgo. Otra que sumó el ambiente tiene este contenido: "Dimos una prueba de carácter y ganamos". La utilizan todos. Los jugadores y los técnicos. Los que ganan, los que pierden, los que empatan. Los que "duermen". Y los que tienen insomnio. 

   En esa búsqueda y reiteración de frases que entran en combustión con el pensamiento subordinado a una agenda despojada de inteligencia, el fútbol también sale perdiendo. Porque enseña el camino de la mediocridad. Que siempre se renueva. Porque hay actores que la renuevan.               
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