La tendencia dominante es que los arqueros salen con miedo al papelón para cortar los centros y también son demasiado sensibles a ofrecer rebotes que, en muchas oportunidades, terminan en goles. El gran Amadeo Carrizo enfoca el error en la "falta de formación y técnica para controlar la pelota", mientras replican el Loco Gatti y el Pato Fillol.
Dos imágenes. Dos partidos. Dos goles. Y dos arqueros cometiendo errores similares. Uno de ellos es Oscar Ustari. El arquero de Newell's fue a buscar una pelota arriba y despejó con los puños para el centro del campo, protagonizando una falla capital: capturó el rebote Nery Dominguez y clavó un disparo que se tradujo en el segundo gol de Rosario Central. El otro es el arquero de Godoy Cruz, Sebastián Moyano. También fue a buscar una pelota de aire, despejó con los puños al centro del campo y Gago metió un bombazo que le permitió a Boca gritar el primer gol en Mendoza.

   La misma película pero con distintos intérpretes viene repitiéndose casi en todos los partidos: centros que aterrizan en el área chica o grande y arqueros que eligen quedarse congelados, esperando mansamente que los fusilen a cabezazos. O salen a cortar y no cortan nada.  O cortan con los puños y la dejan ahí, en el medio de todos los que salen y todos los que quieren entrar. Lo que hicieron o lo que hicieron mal Ustari y Moyano en la última fecha, expresa en definitiva, problemas severos para resolver situaciones muy específicas del juego.  El fenómeno no es nuevo, pero no deja de ser llamativo.      

   En la actualidad no hay un arquero en el fútbol argentino que se decida a tomar la iniciativa y salga a bajar los centros con naturalidad y firmeza. Todos parecen cortados por la misma tijera. Los goles se repiten  calcados. Arqueros que no salen y arqueros que la van a buscar adentro. O arqueros que salen y no encuentran la pelota. Y si la encuentran, la rebotan para los que vienen llegando.

   Este escenario de arqueros en emergencia, denuncia un retroceso evidente que esa gloria que es el gran Amadeo Carrizo, suele exponer con una opinión muy fuerte y clara: "Lo que les falta a muchos arqueros es formación. Por eso se ven demasiadas dudas para cortar centros y prevalecen los rebotes, lo que significa que hay poca técnica. Porque bajar centros y atenazar la pelota pasa especialmente por la técnica que haya incorporado cada uno durante las etapas del aprendizaje". Finaliza Carrizo regalando una de cal y una de arena: "A pesar de todo, yo me quedo con los arqueros sudamericanos. Los europeos, en general,  no salen nunca ni anticipan nunca. Parecen arqueros de metegol".

   Más allá de la respuesta de Amadeo, lo que se advierte es que cualquier jugada de pelota parada (un tiro libre a 40 metros del arco, un corner, un bochazo que caiga en las proximidades del área chica o un centro anunciado) es un padecimiento que los arqueros no se atreven a solucionar.

   Lo que hacen es esperar que un compañero haga lo que ellos, en particular, no hacen: tomar resoluciones. Y si esas resoluciones de un compañero de equipo no aparecen, el arquero está sujeto a un milagro o a la fortuna de un cabezazo frágil o desviado del adversario.

   El Loco Gatti, una marca registrada en el arte de anticipar la jugada, hace años que viene marcando esta postura desangelada, cómoda y alejada del compromiso que asumen hoy los arqueros: "Pensar que antes los periodistas que sabían de fútbol como, por ejemplo, Macaya Márquez, me criticaban porque decían que yo era flojito para ir arriba porque no tenía físico. Ahora son un verdadero desastre. Veo a estos arqueros siempre dudando y cagados en las patas y me dan ganas de llorar. Les pasa la pelota por las narices y se quedan pegados en la línea y rezando para que el travesaño no se les caiga encima. Pero algún día se les va a caer. Habría que ponerles un ají en el culo para que se despierten".

   Hay un factor de peso que Gatti no abarcó: el miedo al error. En la lógica del miedo que siempre es conservador, la opción que se impone es la pasividad, la inacción. Porque es pasiva la actitud de un arquero cuando le cae una pelota de aire a 4 o 5 metros de su área de influencia.

   Un repaso por los goles que se convierten, reflejan la postura estática de los arqueros a la hora de cortar un envío aéreo. El Pato Fillol, otro referente ineludible, en varias oportunidades afirmó desde la  ironía y la crudeza: "Ahora estamos pagando las consecuencias de repetir durante tanto tiempo que el del arquero es el puesto del boludo. Sigue faltando formación. En este sentido, el déficit es muy grande".

   Es tan grande el déficit que hoy un pelotazo llovido puede transformarse en un arma mortal. O un remate liviano y al cuerpo en un rebote que habilita el gol. Los arqueros buscan justificaciones frágiles e insolventes. Que la pelota es más rápida y liviana. Que el campo estaba mojado. Que la pelota se mueve como no se movía antes. Todo puede ser. Pero la realidad no puede disfrazarse. En lugar de salir, se esconden. En lugar de abrazar la pelota, se les escapa. En lugar de rechazar con los puños lejos y a los costados, lo hacen débil y al medio.  Y después se victimizan.
   Como Ustari. Como Moyano. Y como nueve de cada diez arqueros.  O diez de diez.

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