El nombre de Scioli suena en las juventudes kirchneristas cada vez menos amenazante. Reconocen no haber podido instalar un candidato propio

Pocos meses atrás, Daniel Scioli invitó a su amigo y ex presidente Carlos Menem a su casa de Villa La Ñata, en Tigre. Lo pasó a buscar en su helicóptero privado. En el medio de la cena, el gobernador se aflojó. Le dijo al senador riojano que tenía dos referentes políticos. 'Vos me hiciste salir a la cancha, Néstor me puso en primera'. Minutos después le confesó que nunca rompería con Cristina. No tanto por una cuestión de lealtad, sino por la necesidad del kirchnerismo de elegirlo como sucesor del proyecto. Scioli, como buen macho del off the record, dice que tarde o temprano todos los K terminarán jugando para él. No tienen otro, no me vengan con Urribarri, chicanea, mirando a su cómplice Karina Rabolini.

El Partido Justicialista es, ante todo, un movimiento de poder. Como el PRI mexicano, son considerados por la ciencia política latinoamericana como ejemplos de partidos hegemónicos. De los 31 años de democracia, 22 fueron de gobiernos peronistas. Incluso en el breve paso de la Alianza, el PJ estaba dentro del gabinete. Por eso, preparan la continuidad. Longevos gobernadores invitaron a Sergio Massa a bajar su candidatura presidencial para unificar al partido. No hay forma de lograrlo. El ex intendente de Tigre está convencido que le ganará a cualquiera en segunda vuelta. Scioli, por decantación, es el elegido. Lo único que falta para ungirlo es la bendición del kirchnerismo puro.

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Un dirigente La Cámpora reconoce que el gobernador no los representa ideológicamente. No le puso el cuerpo a la pelea con Clarín, jamás levantó la voz en la guerra con el campo, menos se lo escuchó criticar a Estados Unidos en la última batalla contra los Fondos Buitre. Mientras tanto, la Presidenta sospecha de magnicidios y acusa a la embajada americana de un complot destituyente.

Sin embargo, el nombre de Scioli suena en las juventudes kirchneristas cada vez menos amenazante. Reconocen no haber podido instalar un candidato propio. La idea de entronar a Axel Kicillof terminó el día que la Presidenta derrumbó al acuerdo con los holdouts. El breve estrellato político del ministro de Economía se apagó en una ráfaga de segundos.

La otra carta es jugar con la intransigencia para allanarle el camino al candidato opositor preferido, Mauricio Macri. Luego, como dijo Máximo Kirchner, prepararse para volver a la calle a reconstruir el proyecto desde la oposición. A medida que la elección se acerca, esa opción se aleja. A nadie la gusta perder poder y mucho menos mirar el partido desde afuera. Todo podría complicarse si Macri hace una buena presidencia, consolidando al PRO como actor político nacional, algo que los peronistas jamás se podrían perdonar.

Por eso, el asado en Olivos que tuvo como protagonistas a Máximo Kirchner, Andrés Larroque, Wado de Pedro y tres intendentes del conurbano no sorprendió. Voceros oficiales niegan que se haya hablado de la fórmula Scioli-Kicillof. Pero rogando discrecionalidad, dicen no estar espantados ante la posibilidad de tener que apoyar al gobernador bonaerense para las elecciones presidenciales.

Otro factor, para nada secundario, influye en la necesidad de firmar un pacto seguro con uno de los tres candidatos que mejor miden. Amado Boudou tiene miedo de terminar preso. Completamente recluido en su despacho del Senado, dice que varios jueces federales y el grupo Clarín se pusieron de acuerdo para disciplinar a la sociedad Argentina para que no vuelva votar a un gobierno popular. El diagnóstico que traza es temerario. La venganza es ir por todos. No dejar títere con cabeza. Primero caen los de abajo; Ricardo Jaime, Romina Picolotti, Felisa Micheli. Luego, apuntarán alto. La causa más temida se llama 'Baéz Lázaro y otros, sobre encubrimiento y asociación ilícita'.

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Las palabras de la ex pareja de Boudou, Agustina Kämpfer, hicieron resurgir los peores fantasmas. Muchos en Balcarce 50 se preguntaron por qué decidió hablar ahora. La joven periodista sabe con precisión cómo se conformaron las trece empresas investigadas del vicepresidente y los detalles de las reuniones con la familia Ciccone para quedarse con la imprenta. Sólo dos candidatos presidenciales garantizarían paz jurídica para los próximos años. Scioli y Macri. La familia del alcalde porteño hizo grandes negocios bajo el paraguas de la administración kirchnerista. Franco y Angelo Calcaterra lo tienen claro. No obstante, el mandatorio bonaerense genera más confianza. La última palabra, como siempre, está en manos de la jefa.

Mientras tanto avanza a paso firme la idea un gran frente republicano donde converjan el PRO de Macri, la Coalición Cívica de Elisa Carrió y el sector conservador del radicalismo impulsado por Ernesto Sanz. Eso significaría la anunciada implosión de Unen, que terminará reducido a la original centro-izquierda con Hermes Binner a la cabeza.

El presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez debería ir pensando dónde guardar los afiches que rezaban 'No pasa naranja'
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