Para muchos, una actuación digna y una derrota lógica ante un rival poderoso. Pero para otros, lo del equipo de Bauza se llenó de dudas acerca de qué hubiese sucedido si se soltaba desde un principio y arriesgaba

Hay maneras y maneras de jugar un partido de fútbol simple, o una final. Y hay también maneras de ganar y maneras de perder. Es posible que a los argentinos nos haya ganado aun sin quererlo, un conformismo peligroso en base a una habitualidad cada vez más marcada de no ganar cosas importantes en el mundo del fútbol internacional desde hace años. En el más alto nivel del fútbol internacional, no en un mero plano sectorial-continental. El concepto de "derrota digna" importado del rugby se ha trasladado al fútbol argentino y enquistado en el hincha común y en gran parte del periodismo especializado.

Y con el paso del tiempo se ha pasado de aplaudir y apoyar el concepto de "campeón moral" creado por Guillermo Stábile a la vuelta del Mundial de Brasil de 1950 en carácter de observador, al citado común en el seleccionado de rugby cuando se enfrenta y casi siempre pierde -por lógica- con rivales auténticamente poderosos en el mundo. El dolor de perder, de no poder ganar, que siempre caracterizó al hincha argentino medio en fútbol, parece estar perdiéndose al compás de este acostumbramiento riesgoso al éxito ajeno. Y así como festejamos y recibimos como héroes a los subcampeones en Italia '90 con Maradona a la cabeza, porque dejaron el alma adentro de la cancha no solo en la final perdida ante Alemania sino en todos los partidos anteriores inclusive en los que jugó pésimo, también extendimos la concepción hace pocos meses tras perder con el mismo rival luego de vivir un intenso mes de Copa del Mundo que nos dejó un sabor amargo.

Con San Lorenzo en Marruecos nos pasó lo mismo. Como si a los argentinos se nos hubiese roto el sensor del orgullo, todo nos parece bárbaro e ingresamos en un resignado conformismo que no nos deja ver claramente el horizonte de análisis de lo sucedido. Tardaron años los equipos argentinos en volver a ganar la Libertadores tras Estudiantes y también, en regresar a verse cara a cara con el mejor de Europa en diciembre. San Lorenzo hizo realidad su viejo anhelo de ganar el máximo trofeo continental y vivió meses de ensueño, imaginando competir con Real Madrid. Con el gran Real Madrid, el poderoso y majestuoso equipo dueño de Europa en el último año. Y de pronto, San Lorenzo despertó de su sueño-cuento de hadas, quedándose con las manos vacías, como la cátedra futbolística mundial decía de antemano.

San Lorenzo les dio la razón a quienes afirmaban que no le correspondía ninguna chance de quebrar al enorme conjunto español, con una actuación que el conformismo que planteamos en un principio catalogó como "digna" pero que a algunos se nos ocurre pobre. Pobre, plena en amarretismo y en un miedo a no salirse de un libreto único y en no arriesgar aun perdiendo. San Lorenzo tuvo meses para planificar un partido aun con la inconveniencia de saltear un cotejo previo de semifinales, que justamente le costó demasiado superar, el del "semiprofesional" (pero serio, ordenado, bien dirigido y compacto) Auckland City. Si Edgardo Bauza tanto trabajó día a día y semana a semana en función de llegar con lo mejor y del mejor modo posible a Marruecos, la realidad le pegó duro en pleno rostro.

Porque con frases de ocasión, ensalzando al rival y a la tropa propia, no basta: San Lorenzo dejó la impresión de poder dar más entre sus propias dificultades -que incluyen los errores que permitieron los goles de su rival- dejando una sensación en el ambiente de qué hubiese sucedido si a Casillas le pateaba desde el primer tiempo y si desde el primer tiempo pisaba el área del Madrid no dejando huérfano a Cauteruccio para correr inútilmente pelotas que le fueron mal dirigidas. Dejó San Lorenzo esa sensación de duda, de no haber intentado más desde mucho antes con esa actitud que le brindó Romagnoli con su tardío ingreso. Por eso, hay maneras y maneras de perder. Y lo de San Lorenzo se quedó en la Libertadores, sin llegar a Marrakech.

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