Encarnó a personajes de un mítico programa de catch que vive en el recuerdo de distintas generaciones y hoy en su gimnasio, impulsa un proyecto social destinado a jubilados y chicos en situación de calle.

La forma atlética de Jorge Di Cicca desmiente cualquier intento de ubicarlo como un hombre que ha vivido algo más de seis décadas, sobre todo cuando se pone en guardia e intenta algunas de las tomas que le dieron innumerables victorias en su años de representante olímpico argentino en lucha libre y grecorromana.

Pero más allá de trofeos y campeonatos argentinos y sudamericanos logrados cuando competía para Boca Juniors, y de los dos Juegos Olímpicos de Tokio y Munich que lo tuvieron como participante, Di Cicca es dueño de un pergamino singular: el de haber sido el catcher que más personajes hizo para el mítico programa Titanes en el Ring, la creación que Martín Karadajián puso en las pantallas argentinas en 1964.

Es que dada su ductilidad para jugar diversos roles, este luchador que había abrazado desde chico esa disciplina deportiva, se calzó los atuendos de El Hombre Vegetal, El Leopardo, Caballero Rojo, El Androide, El Hombre Araña, STP, Dink C, Mister Moto, El Cid Campeador, todos estos con máscaras, además de subir al ring con el rostro descubierto como Jorge Andrea y con su propia identidad.

"Lo que pasaba era que tenía facilidad para adaptarme a las exigencia que imponían los distintos personajes y eso permitía resolver muchos problemas cuando salíamos de gira", explicó HISTORIAS DE VIDA quien fue una rara avis dentro de la troupe Karadajián ya que sumaba a su destreza sobre el ring, su formación como técnico mecánico y una marcada sensibilidad artística para exponerla con pinturas.

"Mi mamá me mandó a aprender dibujo y pintura pero cuando empecé a hacer cuadros, los regalaba. Eso me dio la pauta que necesitaba otra cosa para ganarme la vida", precisó.

Su hermano mayor, Domingo, también luchador y catcher, ya había fallecido cuando una tarde un integrante del staff de Titanes, "El conde Bianchi", le dijo que Karadajián quería incorporarlo a su equipo. Y así fue que asistió a la prueba en un gimnasio de Olivos que quedó aprobada cuando el gran titán le dijo: "venís con nosotros".

El ciclo en televisión, las presentaciones en el interior del país y las giras de hasta dos y tres meses por Centroamérica y Miami, empezaron a ser moneda frecuente para Di Cicca y los otros luchadores.

Pronto comenzó a desarrollar personajes en la medida que se los requería Karadajián y a experimentar la fama que significaba llegar a países donde eran recibidos como ídolos.


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El puente al éxito


Algo que Di Cicca tiene presente son sus orígenes en el conventillo de la calle Olavarría 1322, en La Boca. "Allí aprendí que los verdaderos ídolos son los padres que en mi caso me dieron de comer y me enseñaron a respetar y andar derecho por la vida".

De hecho, también hizo el profesorado de educación física y abrió hace 38 años un gimnasio en la calle Piedras al 1300 donde hoy impulsa un proyecto social que tiene el deporte como base.

"Trabajé siempre con Karadajián, después lo hice con su mujer y más tarde con su hija, con la que hoy estoy en litigio, y la verdad que la vida de un auténtico titán es difícil", apuntó. Pero Di Cicca, que cautivaba a los espectadores cuando hacía el puente para evitar la puesta de espaldas, o saltaba sobre las sogas como un leopardo, o enmarañaba a sus rivales a la usanza de un auténtico hombre vegetal, siempre demostró que sabe pelearle a la vida.



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