¿El boxeo es un negocio, o un deporte? ¿Por qué otros deportes se potencian con la transparencia, mientras que el boxeo debe acomodar sus fichas para sobrevivir? ¿El deporte produce el negocio, o el negocio condiciona el deporte? La FIB de pronto aprobó los interinatos -de los cuales renegaba-, y El Tyson Ramírez enfrenta a Ola Afolabi por el crucero interino. ¿Por qué?

Quienes están en la organización del boxeo, ya sea en forma dirigencial y/o empresarial, coinciden en algo categóricamente: "esto es un negocio", afirman sin ruborizarse.

Todos –absolutamente- recalcan lo mismo, que, aunque sea verdad, suena pésimo, hace ruido, y decepciona.

Periodistas y público aún creen que el boxeo es un deporte, así lo toman y lo pretenden como tal. Y cuando ven lo contrario, se enfadan, reaccionan, o lo abandonan.

No se escucha lo mismo del fútbol, del tenis, o del básquet –por nombrar a algunos-, y en todo caso es al revés: cuando sucede alguna injusticia o cosa rara, es la gente la que peyorativamente le coloca ese cartel, a modo de adjetivo degradante.

Dirigentes y autoridades –incluso empresarios- se encargan de rechazar la acusación, y hasta se sienten ofendidos.

¿Será una cuestión de hipocresía de ambos universos, donde en uno se reconoce la realidad y en otro no? ¿O verdaderamente cada cual tiene esas raíces y esa naturaleza?

Que luego se conviertan en negocio, por ser deportes profesionales de una sociedad capitalista que atraen sponsors, dan réditos, generan inversiones e intereses económicos, e incluso, valor agregado interno entre sus deportistas que se compran y venden, es otra cosa. Pero de lo que se está hablando es de cuál es el origen, el objetivo, lo primordial, lo esencial.

Para unos, el deporte en sí. Y su transparencia y seriedad trae aparejado como consecuencia un mayor rédito económico, dado la confianza que inspira.

Para otros, al revés. Importa más lo inmediato, el árbol antes que el bosque, y la tajada que se saca en cada transacción -aunque sea la última-, que la transparencia y credibilidad del mismo.

Para los primeros, que sus campeones ganen o pierdan es una anécdota que refuerza más la seriedad y el nivel de las competencias. Cuando éstos pierden, lo que se realza es el nivel del torneo. Y cuando éstos ganan, se sublima al atleta, que acrecienta más su jerarquía y popularidad.

Todo lo que sucede redunda en beneficio del deporte, o su deportista. Y todo potencia el negocio, gane o pierda el favorito o campeón, formando un círculo virtuoso.

Para los segundos, como en el caso del boxeo, es totalmente a la inversa. Si no gana el favorito, o el de la casa, no hay negocio y se tiende a perder todo.

¿Será por seguir manteniendo los genes de las épocas de Frankie Carbó de la década del '40?

Carbó era un promotor estadounidense que estaba en la mafia del boxeo y arreglaba peleas, por lo cual fue condenado a la cárcel. La Justicia vetó luego el territorio estadounidense como sede de organismos internacionales para peleas mundialistas, y así se disolvió la antigua NBA, dando paso en los años '60 a la AMB y CMB, pero con sedes en otros países (Venezuela, México). Hasta que a principios de los '80 (1983), el poderío económico y la irrupción de la TV -concentrado en USA-, recuperó el negocio y el territorio, creando la FIB, con sede yanqui.

Casualidad o no, tiempo después su presidente y fundador, Robert Lee, terminó también preso por mercantilizar el ránking y las peleas mundialistas. Y la FIB, intervenida.

De allí -mal que nos pese- viene el boxeo. Tiene esa herencia, e inevitablemente, ese espejo, que en casi todos lados hizo escuela.

Ya de por sí se parte de una organización que no es imparcial, dado que quien pone la plata siempre es alguien que tiene interés en uno u otro púgil, por ser su mánager, su compatriota, o porque el fulano es taquillero, o convocante. Y ése "tiene que ganar" a como dé lugar para sostener el negocio, o no perder la inversión. (No siempre sucede).

       Omar Navaez en A la Vera del Ring
Obsérvese este video del descanso de la 9ª vuelta de la pelea entre Omar Narvaes-Brahim Asloum en Francia, tras el cual Narvaes no peleó más allí por haber ganado.

No hay un ente que organice independientemente, o un promotor a quien le dé lo mismo quien gane, mientras sea justo y merecido.

Tampoco hay interés en la justicia de fallos y ránkings. Por eso éstos (los ránkings) son imperfectos, a dedo, sin un sistema de puntuación. Por eso los fallos son tan polémicos a veces, subjetivos y azarosos, cuando tiende a darse lo que no conviene.

Por eso las reglas "de forma" cambian tanto, no se cumplen, o se cumplen según la cara del cliente.

La FIB no admitía títulos interinos, y se jactaba de eso.

Periódicamente se reúnen los presidentes  de cada organismo, AMB, CMB y FIB –la OMB no, porque según su mandamás, Paco Valcárcel, es perder el tiempo- para tratar de unificar campeones y erradicar los interinatos.

Y sin embargo, la propia FIB –quien por aplicar su reglamento estricto está en bancarrota- acaba de ordenar uno. El primero de su historia.

Víctor "El Tyson del Abasto" Ramírez, peleará (justo hoy, viernes) por el mundial interino crucero FIB frente al inglés Ola Afolabi, por lesión del monarca, el cubano Yoan Pablo Hernández.

Bien por el Tyson Ramírez, que en esta se ve favorecido, no importa cómo salga. Bien por Osvaldo Rivero –su mánager- por sus buenos contactos con la entidad a través del argentino Aníbal Miramontes. Tal vez hasta sean necesarios cuando el campeón se lesiona –como en este caso-. Pero hasta hace poco, no eran reglamentarios allí. ¿Cuándo se avalaron?  

Las reglas no debieran adaptarse según conveniencias, ni son buenas o malas según favorezcan o perjudiquen.

Sólo deben respetarse caiga quien caiga, si lo que se busca es credibilidad, aunque no sea negocio. ¿Pero por qué en boxeo una cosa atenta contra la otra?

Los negocios son ganancias personales, mientras que el deporte alimenta mente y alma de sus amantes cuando sus reglas se cumplen por igual para todos, generando un circuito que se retroalimenta en comunión indisoluble.

Borrar con el codo lo que se escribe con la mano, por más que se mejore la letra, quita seriedad, interés, y valor. Y a la larga, eso tampoco es negocio.

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