Trabajó durante más de una década con Maradona, pero asegura que está "harto" de la pelota. Actualmente está involucrado en causas de derechos humanos y esta tarde encabeza un inédito encuentro de Pueblos Originarios en América
"Yo soy un rubio alto que recorrió el mundo gracias a un villero". Fernando Signorini repite la frase ante quien quiera escucharlo, ya sea en sus habituales recorridas por el interior de la provincia de Buenos Aires para presentar su libro Fútbol, un llamado a la rebelión (Corregidor); en charlas abiertas, entrevistas o en un mano a mano con Carlitos Tevez una noche mundialista en Sudáfrica, un lustro atrás, cuando oficiaba de preparador físico de la Selección conducida por Diego Maradona.

Maradona es el villero al que elude en su proclama, claro. El hombre con el que trabajó durante más de 10 años, desde el lejano 1983 de Barcelona hasta el penúltimo cachetazo que nos dio Alemania en una cita máxima, pasando por otros tres mundiales (86, 90 y 94), y también por Napoli, Sevilla y Racing. Al lado del Diego jugador y del Diego DT, en sus respectivas etapas. Con todo, es un reduccionismo molesto para el propio Signorini definirlo como PF, una nomenclatura apta para un currículum y reconocible por todo futbolero, pero definitivamente insuficiente.

Si hasta llegó a decir que "la preparación física en el fútbol no existe", para ganarse la reprobación de sus colegas.

"Un gramo de tejido cerebral pesa más que 80 kilos de músculos", contraataca desde entonces. Para quien quiera entender.

Signorini es docente por vocación. Da a entender que lo inquieta tanto dejarle un concepto a un niño como "una basurita en el ojo" a un futbolista multimillonario. La biblioteca montada en la concentración de Pretoria llevaba su sello y, como no podía ser de otra manera, estaba repleta de libros "molestos". Porque a ellos, las estrellas del fútbol que lo tienen todo, no les permite olvidar sus raíces, así como él lleva las suyas tatuadas en la frente.

La raíz del éxito en la profesión: en cada exposición cuenta sin pudores que simplemente coincidió geográfica y temporalmente con un Maradona destrozado por la patada del vasco Goikoetxea y allí comenzó todo, tras una presentación formal, una breve charla y una cuota de fortuna inmensa. La raíz de su vida: su querido Lincoln, donde nació hace 64 años, es su carta de presentación.

Es allí, en esa ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires, donde El Ciego -como lo bautizara Diego tres décadas atrás- sigue dando sus batallas. Fuera del césped, "harto del fútbol", como le dice en una charla a Diario Popular. Es allí donde se embarcó en un proyecto que tiene por objeto editar "Los 8 robles", un libro que contará la historia de los ocho militantes linqueños desaparecidos por la última dictadura militar, y es allí donde esta tarde, como parte de las agrupaciones "Linqueños por los Derechos Humanos" y "Abriendo espacios", organizará el Primer Encuentro de Pueblos Originarios de toda América.

Signorini en persona se encargó de extender las invitaciones a todos los colegios de la ciudad, para que los jóvenes asistan a una jornada de exposiciones y debates "sin intermediarios" sobre las problemáticas actuales de estas comunidades. "Pareciera que esto no le interesa a nadie. Por eso un día me vine a Buenos Aires a buscar a Félix Díaz, que estará presente; me contacté con gente de Los Toldos cuando supe que vendrían miembros de las comunidades extranjeras, y así arrancó todo. Esto debe ser el primer eslabón de una cadena de reivindicaciones", se entusiasma.

Interesado en la realidad de los grupos que están de visita en la Argentina, el ex coequiper de César Luis Menotti contrasta: "Ellos están protegidos de otra manera, son etnias de una calidad de vida altísima, diría incluso superior a la de la clase media nuestra. Esto se da por toda la riqueza de territorio que tienen, las minas de oro, los pozos de petróleo... entonces ellos recorren el mundo buscando inversiones y vienen acá a contar cómo lo hicieron. A sus hermanos argentinos les han sacado todo lo que tenían y nadie se ha hecho cargo nunca".

Asimismo, advertido del malestar que mostraron en la víspera del evento miembros de otras comunidades locales (ver Nota relacionada), considera que es positivo ese disenso, "para que al menos se digan las cosas en la cara y los asistentes puedan escuchar todas las posturas y sacar sus conclusiones de forma directa". "Nosotros no vamos a resolver sus diferencias", dice y, aun en su ateísmo, cita al Papa Francisco: "Que hagan lío...".

"¿Si mi experiencia en el fútbol tiene algo que ver con todo esto? Obvio. Por ejemplo, siempre me di cuenta de que la gran mayoría de los dirigentes de América y Europa han llegado a posiciones de privilegio gracias a chicos que antes de ser figuras no tenían ni para tomar la mamadera. Ellos también eran marginados y ahora son famosos, pero en realidad esos dirigentes los desprecian. Es un ambiente de una hipocresía brutal. Entonces siempre intenté alertar a los jugadores de esto, porque sin ellos no hay espectáculo; no hay Niembro, ni Víctor Hugo, ni Grondona, ni Blatter. El día que ellos se decidan, no necesitan más de nadie. Pero para eso hay que crear conciencia, educarlos y decirles que nunca pierdan el sentido de la representatividad, porque no nacieron del aire: pertenecen a una clase postergada y tendrían que actuar en consecuencia, por ejemplo siendo solidarios con los chicos de la villa".

"Ya ni miro fútbol -sigue-, no me importa más, me cansaron. Una vez charlábamos con Eduardo Galeano que para nosotros el fútbol nació con otras intenciones, la de mejorar a cada miembro de la sociedad a través del deporte. Y hoy es un nido de ratas, de alcahuetes. Al fútbol hay que darle la importancia que tiene. Cada tanto también podrían pasar el pensamiento de algún filósofo, el ejemplo de los tipos que no tienen nada, pero quieren ser y nadie los ayuda. Sin embargo es una sociedad perversa en la que a nadie le interesa el otro. Algunos dirán que esto es declamatorio. Sí, lo es, pero pregunto: '¿es verdad o no es verdad?'. Galeano también me dijo que tuviera cuidado con lo que decía, porque había Niembros y Niembritos que sacaban provecho de eso. Y yo le dije que si no hubiera leído Las venas abiertas de América Latina, hubiera sido uno más de esos que no hacen ruido al cerrar la puerta. Ese es un dicho de (el DT español) Juan Manuel Lillo, y a Eduardo le gustó mucho y me terminó dando la razón".

Signorini elige palabras fuertes que obliguen a pensar otros significados. Como cuando, meses antes del Mundial 2010, expresó que lo mejor que le había pasado a Messi fue lesionarse para llegar descansado a Sudáfrica, una crítica solapada a las exigencias del calendario FIFA. O cuando, minutos después del 0-4 ante Alemania, un periodista aventuró que "hubiera sido muy importante para el país que la Selección ganara la copa", y él lo cruzó con que la grandeza de un país no se mide en términos futbolísticos. Meses atrás declaró: "Prefiero que Maradona muera antes de que le saquen lo poco que le dejaron". Una frase que, erróneamente, muchos asociaron a supuestos problemas financieros de Diego.

Al Mosca -tal vez su apodo más autóctono- le gusta meterse en la sopa. Hoy tendrá otro día redondo.


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