En la recta final hacia las PASO, Mauricio Macri ha logrado concentrar el fuego cruzado de oficialistas y opositores. Las razones de un cambio de discurso que no deja de implicar riesgos.

Marchaba todavía tercero en las encuestas el año pasado Mauricio Macri cuando propios y extraños reconocían un sostenido aumento de su imagen en la consideración popular, conforme se verificaba una baja del que otrora había picado en punta, Sergio Massa. El líder del PRO llegó a fin de año con una interesante intención de voto y, sobre todo, demostrando que para entonces era el único candidato con aspiraciones cuyo porcentaje no tenía techo. De Daniel Scioli, por ejemplo, se decía entonces que tenía un piso importante, pero muy cercano al techo.

Si bien Macri seguía tercero, desde su entorno minimizaban ese dato incómodo aclarando que era preferible así, pues lo ideal sería llegar al pico máximo en el momento justo; de lo contrario corría el riesgo de bajar. Que faltaba mucho todavía para las elecciones y que no convenía estar en lo más alto a destiempo y convertirse en el eje de las críticas de sus adversarios.

El manual de campaña PRO se cumplió casi al pie de la letra, con el continuo ascenso de su candidato, en detrimento del adversario opositor que debía bajar, para permitir la polarización deseada. Hasta que los planetas, que parecían estar alineándose en armonía, comenzaron a alterar posiciones. Hasta entonces, ni siquiera la obstinación por la pureza y el rechazo a un conveniente acuerdo con el Frente Renovador, en el que el PRO hubiera podido hacer valer una posición de fuerza, merecían cuestionamientos lapidarios. Pero llegó el inesperado traspié santafesino y las páginas del manual comenzaron a quemarse.

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Antes había fallado en las urnas la oposición completa unida en el Chaco, la triple alianza cordobesa no rendía lo esperado -aunque el resultado final no fue malo, como llegó a temerse-, y sobre el final la derrota riojana desalentó las expectativas de los socios radicales de sumar un puñado de provincias este año. No es un dato menor esto último, pues si bien el radical Julio Martínez hizo una muy buena elección, el no haber alcanzado la victoria desalentó a muchos de los dispuestos a financiar a los candidatos opositores, que vieron cómo en La Rioja no se escatimaron recursos para evitar ceder el poder, y ahora prefieren no acompañar otras aventuras que imaginan con el mismo final.

Pero para el macrismo el resultado en la Ciudad de Buenos Aires encendió luces de alarma y los llevó a barajar y dar de nuevo. En este contexto, verificaron otra cosa en la que no estaban errados: como habían imaginado oportunamente, Macri corrobora estar encaramado en lo más alto, pues sus adversarios han concentrado en él todo el poder de fuego. Es curioso, pero por estos días el líder del PRO debe soportar no solo las críticas del kirchnerismo, sino también del resto de la oposición. Y no solo del massismo, que sueña con recuperar el sitial de opositor mejor posicionado; Margarita Stolbizer sostiene que "Macri es el mayor reaseguro para que vuelva a gobernar Cristina", José Manuel de la Sota le ha enrostrado sus traspiés electorales, y hasta el "Pollo" Sobrero ha dicho que "Mauricio no tiene otro remedio que perder", porque "no tiene todavía el 'aparato' para poder gobernar en paz y él lo sabe".

Fuego cruzado en el que el candidato del PRO ha hecho el invalorable aporte de su discurso del domingo del balotaje. Desde el macrismo se había adelantado el tenor del mensaje que tenía pensado dar Macri esa noche, en lo que preveía hacer su virtual lanzamiento presidencial. Por eso no sorprendió a los bien informados, aunque estos mismos ponían en duda que, a la luz del resultado exiguo, el jefe de Gobierno siguiera adelante con el plan. Y lo hizo, a instancias de sus asesores, demasiado obsesionados por actuar según lo que ven en los focus group. Allí vienen percibiendo que la gente está de acuerdo con mantener una serie de "logros" alcanzados en estos doce años, lo cual se verifica también en una serie de encuestas que están circulando y son las mismas que muestran una imagen presidencial positiva superior al 50%.

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De todos modos, el objetivo original de Macri no fue reivindicar las políticas del gobierno -como el kirchnerismo se encargó luego de enfatizar con deliberadas cuotas de ironía-, sino aclarar que él no pensaba revertir en un eventual gobierno suyo la Asignación Universal por Hijo, ni las estatizaciones de Aerolíneas Argentinas, YPF y las jubilaciones, como no pocas veces se advirtió desde el oficialismo al electorado. El problema del PRO fue que cuando el kirchnerismo y el resto de la oposición se hicieron un festín con ese "cambio de discurso", el macrismo exhibió un alarmante déficit político para replicar.

A esta altura de los hechos, se advierten notorios desacoples entre la líneas política y comunicacional del macrismo en torno al manejo de la campaña. Serán antológicos los pases de facturas si el final no es el deseado.

Voceros del PRO precisaron a DIARIO POPULAR que el objetivo de su líder es ir por los indecisos. Sostienen que hay un elevado número de votantes que se decide en la última semana previa a los comicios, y sitúan ese porcentaje entre el 25 y 30%, buena parte de los cuales resuelve directamente en el cuarto oscuro.

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Ese pareciera ser el mismo objetivo del kirchnerismo. Si hasta lo expresó el compañero de fórmula de Daniel Scioli, Carlos Zannini, durante el acto que el peronismo organizó el viernes. Allí, el ultrakirchnerista candidato a vicepresidente advirtió sobre la necesidad de "aprender a salir de nosotros mismos, porque ya las elecciones no se ganan sólo con los que piensan igual. Ya no la vamos a ganar sólo los peronistas. Tenemos que convencer a los que no piensan como nosotros".

Ambos sectores hablan desde posiciones opuestas: el kirchnerismo desde la opulencia, pero con la necesidad de alcanzar un triunfo en primera vuelta que hoy no tiene visos de asegurarse; y el macrismo, con el riesgo de imprimirle a su discurso un giro tal que pueda desperfilar a su candidato. Es que si bien es loable la búsqueda de ampliar los márgenes de posibilidades, llama la atención el deseo de incursionar en "la ancha avenida del medio" que aún transita Sergio Massa y de quien se dice que habría comenzado a subir un poco en las encuestas, precisamente en estos días de estancamiento de Macri.

No habría que esperar que en el tiempo que resta el líder del Frente Renovador le alcance para recuperar el lugar de escolta, pero un resultado apretado en las PASO entre ambos candidatos opositores sería el diagnóstico más adverso para una oposición que en ese caso marcharía hacia octubre sin haber definido un rival claro para hacer frente a Scioli: el mejor de los mundos para el oficialismo.


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