Dice que se siente como el dragón de Komodo, "que no le gusta a nadie", pero no esperan que desaparezca. "Soy un animal útil en un medio en que son todos falsos, todos progres y todos se quieren, se besan, se abrazan y son exitosos". Él, en cambio, es como se muestra.
Es contundente en sus juicios. Casi no duda al responder cada uno de los interrogantes que se le plantean. Es explosivo en sus declaraciones. No muestra un personaje. Habla Baby Etchecopar, un distinto dentro del medio.

 l En su casa, ¿qué cosas están prohibidas?


-Nada. En mi casa cada uno hace su vida. No nos unen los mandatos ni las prohibiciones, ni los acuerdos. No nos une el rigor, sino el amor.

l Usted cree que los argentinos, ¿somos hijos del rigor?

-Lo necesitamos para no anarquizarnos.

l ¿Aprendemos por medio de premios y castigos?

-Aprendemos por la fuerza. Tenemos una patología que hace que veamos al fracaso como un éxito y disfrutamos con eso.

l En general, ¿por qué el fracaso es huérfano?

-Porque nadie se quiere hacer cargo del fracaso. Es más, muchos confunden la vergüenza con el fracaso. Incluso, varias veces, hay grandes triunfos que son fracasos. Es increíble, pero real.

l De su vida, ¿qué le parece increíble?

-Haber llegado a donde llegué.

l Hace treinta años, ¿tenía idea de qué quería hacer con su vida?

-No. En la Argentina, la proyección no existe. A mi me fue bien porque la gente me eligió.

l ¿Nadie le regaló nada?

-No. Este tema lo hablo mucho con Guillermo Francella. Los dos llegamos más lejos de lo que imaginábamos. Ambos cumplimos con holgura nuestros sueños, lo cual es muy positivo en un ambiente tan competitivo y difícil.

l ¿Cuánto tuvieron que ver con eso los ojos de los que lo vieron?

-Todos los que me acompañaron en este viaje, los que me ayudaron y me dieron fuerzas para seguir cuando yo venía menos veinte, tienen que ver.

l ¿Ha dudado de su capacidad profesional?

-Y sigo dudando.

l ¿Qué es lo que lo hace dudar
?

-El hecho de que cuando me siento a escribir no me sale nada. Tengo todo en la cabeza, pero no lo puedo volcar al papel.

l ¿Qué le falta?

-Paciencia, constancia y algo de capacidad.

l ¿Qué lo diferencia del resto?

-Me diferencio en que no tengo envase. Soy lo que se ve. Soy siempre el mismo. No armé un personaje para ganar guita.

l ¿Cómo logró mantener el equilibrio en un país inestable como el nuestro?

-Porque soy un astuto equilibrista.

l ¿Cómo le resulta vivir en Argentina?

-Bárbaro. No me podría acostumbrar a otro ritmo de vida. Tigre es mi lugar en el mundo y no lo cambiaría por nada. Lo que sí cambié es de amigos, porque advertí que cuando te dicen tres veces lo mismo es porque no avanzaron. Se transformaron en jóvenes-viejos y eso no me gusta.

l A usted, ¿el trabajo lo mantiene joven?

-Trabajar en la radio y en la tele te obliga a renovar tu balero y a reinventarte. Hace treinta años, peleaba contra la marihuana, si sigo con ese discurso hoy no me escucha nadie. Tengo que readaptarme e ir conquistando nuevos públicos.

l ¿Cuál es el secreto de su permanencia?

-A que soy como el dragón de Komodo, a nadie le gusta, pero nadie quiere que se extinga. Soy un animal útil dentro de un medio donde todos son falsos, todos son progres y todos se quieren, se besan, se abrazan y son exitosos.

l ¿Se define como un perro verde?

-Tal vez. Lo que tengo en claro es que si me voy, notan que falto y no hay quien pueda cubrir mi ausencia. Yo soy único.

l ¿Cómo es el medio por dentro?

-Maravilloso. Hasta hace tres años, tomaba mis recaudos, no me gustaban ciertas cosas y me molestaba que los periodistas hicieran mugre con las notas, pero cuando salí del hospital y tenía a mi hijo muriéndose, estaban todos ahí, llorando por mí. Entonces, advertí que yo era de la familia. Desde ese momento, empecé a amar al medio y a defender con el cuerpo a mis compañeros. Antes, me sentía un sapo de otro pozo.

l En el medio, ¿de qué hay que cuidarse?

-Hay que cuidarse de los afectos efímeros. En el medio los afectos tienen horario, comienzan cuando llegás y terminan cuando te vas. Es un afecto de telenovela, es un afecto de ficción. El afecto real está en tu casa.

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