Un día, tras tallar una diminuta silla en un pequeño trozo de madera, descubrió que modelar con sierritas, cutters y lijas sobre listones de cajones de fruta o rezagos de roble o cedro era la terapia que necesitaba.
Paciencia y precisión son dos conceptos centrales que desde hace nueve años Adolfo Sagardoyburu, a quien curiosamente con semejante apellido nadie llama el vasco, empezó a ejercitar como una práctica que lo acercó a la serenidad y el disfrute de una actividad que lo subyuga y le ha valido reconocimiento.

Adolfo se especializa en hacer muebles de colección en miniatura, una vocación que encontró de grande y que hasta le abrió una puerta a la noctambulidad que ejerce en el galpón del fondo de su casa estilo ferroviario del barrio Las Colonias, en Remedios de Escalada.

Pero Sagardoyburu, que transitó a lo largo de su vida por distintas ocupaciones, además de la artesanía en miniatura siente atracción por la historia que, sin quererlo, lo impulsó a otro de sus roles: el de coleccionista de notas, fotos y elementos de los primeros tramos del Siglo XX, y especialista en el desarrollo del barrio donde reside y la evolución del sindicato La Fraternidad..

"La verdad, es que la artesanía y la historia me gustan mucho pero con la actividad manual, la paciencia y concentración que demanda, encontré una labor que me relaja y a la cual disfruto", confesó a HISTORIAS DE VIDA.

Aunque a los 17 años había pintado su primer cuadro, fue hace relativamente poco que tomó un trozo de madera y con un cutter le dio forma de silla en miniatura que le regaló a su esposa, Mirta Amalia.

De ahí en más fue buscando cada vez más la perfección, sobre todo cuando una publicación española de 1951 encontró modelos de sillas de estilo, a los que después le añadió mesas, juegos de comedor, aparadores y muebles de alzada, alguna vez realizados con maderas de cajones de verduras.

"Muchos creen que trabajo con un torno pero mis herramientas son la sierrita, el cutter y la lija", aclaró quien también se define como un historiador vocacional y cultiva una frase que define su personalidad."Nunca me quedo quieto", asevera.

Desde sus primeros empleos remunerados, Sagardoyburu tuvo un marcado apego a la actividad sindical derivado de sus tiempos juveniles como aspirante a maquinista en los años que los ingleses manejaban el Ferrocarril del Sud. Sin embargo, no es un tema del que le guste ahondar aunque admite haber sido delegado en una fábrica de cerámica y en la imprenta Della Pena.

Parte de esa filosofía de defender convicciones la llevó a incursionar en la problemática vecinalista, en la cual fundó una sociedad de fomento, en paralelo a la prolífica familia que formó de cuatro hijos, 10 nietos y 7 bisnietos.

Las manos

Temperamental, al punto que afirmó que cuando algo lo saca de quicio "se pudre todo", el artesano de esta historia tiene otra característica que lo destaca. ""Queriendo destapar una botella con un cuchillo me corté muy mal el meñique, que me quedó inutilizado. Pero me fabriqué una férula a medida y seguí adelante", remarcó.

A principios de año la sacó barata cuando una moto lo atropelló a setenta metros de su casa, hecho que le causó heridas justamente en las manos. "Por suerte me repuse" y volví a modelar los mueble con los rezagos de roble y cedro que me facilita un primo carpintero" indicó Adolfo, dispuesto a que como todas las noches, entre las 2 y las 5, el silencio y la serenidad reinen en su galpón, para que sus miniaturas cobren vida modeladas en magia, calma y alegría

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