Si bien el manual de estilo no permitió hablar de ganadores y perdedores, ambos buscaron despegarse de distintas figuras políticas. Scioli le habló al elector de Massa, Macri apuntó a los desencantados con el actual gobierno.
Daniel Scioli y Mauricio Macri fueron dos alumnos que estudiaron a la perfección para el examen. Se prepararon: llegaron al debate, ese terreno donde se encontraron por única vez cara a cara durante toda la campaña presidencial, con guiones claros, estrategias similares y discursos sordos. Más allá de que hubo momentos de alto voltaje, el esquema rígido del debate permitió que cada candidato se maneje exclusivamente en las aguas donde se sentía seguro. 

Hubo dos estrategias idénticas. Cada uno, a su manera, intentó vincular al otro aspirante a presidente a una imagen negativa. Macri repitió hasta el hartazgo que Scioli viene de la mano del kirchnerismo, que es la continuidad de los últimos doce años de gobierno. Scioli, por su lado, lo relacionó con palabras oscuras para los argentinos: ajuste, devaluación, FMI. Cada uno, a su vez, jugó con dos figuras importantes de cara al balotaje del 22 de noviembre: Cristina Fernández y Sergio Massa. Cristina como referente política y cabeza de un modelo de gobierno; y el líder del Frente Renovador, dueño de la cantidad de votos que los dos postulantes precisan para quedarse con la elección.

Cristina, para Scioli, no existió. Scioli no la mencionó en toda la contienda. Dejó en claro que se quiere despegar, que él es otra cosa. Y lo repitió hasta el hartazgo, cuando le contestaba a Macri que "debata con él, que es otra persona, no con el gobierno que termina el 10 de diciembre". El gobernador de la provincia de Buenos Aires sabe que en su bolsillo tiene todos los votos que acompañan a la actual presidenta, por eso buscó diferenciarse para convencer a quienes no la apoyan. Es extraño escucharlo a Scioli, que se postula por el Frente Para la Victoria, ninguneando a los referentes políticos de su partido.

      Scioli debate

El candidato de Cambiemos la nombró cuando habló de las cifras de pobreza e inflación. Disparó, también, contra Aníbal Fernández, Axel Kicillof, Carlos Zannini, los olvidados por su contrincante: lo acusó de que, con ellos, no puede hablar de "cambios", como ahora plantea. Consciente de que hay un voto muy fuerte contra la actual mandataria, Macri jugó a dejarlo pegado como la continuidad del proyecto político que encabeza Cristina. Inteligente, supo que ahí, en ese terreno, Scioli se embarra. Y así le lanzó una de las chicanas más fuertes de la noche: "Te parecés a un panelista de 6 7 8".

Scioli sacó una carta hábil: mencionó a Massa. Le habló al 20% que eligió al Frente Renovador. Sabe que necesita ese voto peronista. Dijo que pudo interpretarlos. Destinó varios segundos a sostener que comparte las banderas que levantó el ex intendente de Tigre durante su toda campaña: el 82% móvil, una nueva ley de coparticipación nacional, levantar el piso del impuesto a las ganancias. Y el narcotráfico, la gran premisa discursiva del massismo. Con la espina en el ojo, también "cacheteó" al Jefe de Gobierno: "Si no pudiste solucionar el problema de los trapitos, ¿de verdad pensás que vas a poder con el narcotráfico?".  

      Macri debate

En términos generales, fueron discursos tan estrictos que ninguno contestó las preguntas que recibían. Las esquivaban, usaban ese tiempo para hablar de otra cosa, de lo que querían. Evitaron caer en las trampas que se ponían entre sí: lo más parecido a una respuesta fue el "yo no voy a ajustar" del referente de Cambiemos. Tuvieron, también, sus puntos débiles. Macri afirmó con una confianza insólita, como si fuera un mérito, que "la mortalidad infantil en la Ciudad de Buenos Aires está igual que en el periodo anterior". A Scioli lo traicionaron los nervios en el primer bloque, donde se mostró tenso, flojo discursivamente y blanco fácil de dardos. Minutos después, se acomodó.

Es imposible hablar de ganadores. Ninguno marcó el ritmo de un debate que, por su manual de estilo, impide el avasallamiento de uno sobre el otro. La gran diferencia entre ambos candidatos estuvo en el perfil de los públicos a los que apuntaron. Uno repitió la fórmula que lo ubica primero en el balotaje —el cambio como un mantra, como religión—, y el otro salió a cazar a un electorado indeciso, que todavía piensa en votar en blanco, o sin convicción. 

Lo mejor de la noche es visible a los ojos: ver a los dos candidatos a presidentes juntos, en un mismo lugar, abrazados, dispuestos a discrepar. Ahí está la gran piedra fundacional de una nueva forma de construcción política.

 
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