Aunque después del 1-0 a Colombia hayan quedado atrás las versiones y los lobby para voltear a Gerardo Martino como entrenador de la Selección, parece atinado analizar de donde provienen las resistencias y el encono con el técnico. La idea que promueve Martino perturba al universo resultadista, incapaz de articular y reivindicar ideas.

   Un par de días después de la valiosa y merecida victoria por 1-0 de Argentina sobre Colombia en Barranquilla, parece atinado volver sobre un punto que consumió tantas palabras como deseos negativos de amplios sectores del ambiente del fútbol argentino: la situación de Gerardo Martino como técnico de la Selección nacional.

   ¿Por qué la presencia de Martino despertó tantas resistencias y tanto encono hasta generar un microclima que promovía, sin sutilezas de ningún tipo, que debía ser despedido de su cargo si la Selección caía ante Brasil o Colombia? Esa interpretación y búsqueda desesperada para voltear a Martino tenía un eje que iba a la par del exitismo siempre dominante: perturbaba y perturba que el entrenador reivindique una idea para abordar el fútbol, más allá de que la idea pueda expresarse peor o mejor según las circunstancias, el contexto, el adversario, la respuesta de los jugadores y el rendimiento global del equipo.

   Lo que en realidad molesta y también exaspera a esos sectores reaccionarios es que alguien con más o menos autoridad hable de una idea. Porque son refractarios a las ideas. No quieren ideas. Quieren números, cifras, resultados, balances, superávit. Lo que quieren todos. Pero los números, las cifras, los balances, los superávit y los resultados llegan como consecuencia de una elaboración previa. No son mágicos. No son providenciales. Y suelen no ser arbitrarios. Los resultados están relacionados a los contenidos. En este caso futbolísticos.

   Si Martino apenas arribado a la Selección después del Mundial de Brasil 2014, hubiera planteado que su ambición era "sacar grandes resultados", quizás desde el arranque de su gestión habría tranquilizado a las fieras. Pero prefirió elegir otro camino: privilegió una idea. ¿Cuál es? La que nadie desconoce: proponer, no esperar. Atacar, no jugar al contraataque. Manejar la pelota, no resignarla. Imponer condiciones, no que las imponga el rival. Tomar la iniciativa, no cederla.

   En la recordada final de la Copa América frente a Chile, esa idea que pretende naturalizar la Selección, perdió vigor, potencia y frescura. Y fue un paso atrás de la Selección y de Martino. Pero no se puede generalizar. Aquel partido definitorio no fue la película completa de Argentina. Ni la película completa de Martino. Fue un episodio. Importante, pero un episodio.

   Las Eliminatorias empezaron a contramano para Argentina y para el entrenador con la derrota inapelable 2-0 frente a Ecuador en el Monumental y el empate ante Paraguay en Asunción. Se había diluido o desvanecido la idea. Festejaban sin disimular los opositores de Martino. Alentaban un cambio que advertían inminente. La idea futbolística que emparentaban con el chamuyo parecía que tecleaba. Estaban felices, en definitiva, anticipando la debacle que anunciaban contra Brasil y Colombia.

   Los datos duros de la realidad indican que no les salió bien la apuesta. Argentina superó a Brasil en el desarrollo aunque el empate haya establecido una paridad falsa. Y derrotó a Colombia con una producción estupenda en todos los planos. La idea de Martino se revitalizó. En el momento más crítico, la Selección no ganó como sea, como acostumbran a pedir esa ancha franja de resultadistas independiente o agrupados. Ganó con autoridad Argentina. Con recursos. Con juego. Con presencia. Y desarmó la operación que estaba en marcha para provocar el inmediato alejamiento de Martino con una danza errática de sucesores en marcha: Marcelo Gallardo, Jorge Sampaoli, Marcelo Bielsa y otros arrojados a un bolillero azaroso.

   Ese alto nivel de frustración ahora vuelve a juntar a los operadores y lobbistas en las causas y los análisis de lo que pudo haber sido y no fue. La Selección, claramente, se recuperó. Martino sigue en funciones. Leo Messi y el Kun Agüero van a reaparecer vistiendo la camiseta argentina en marzo del año que viene cuando se reanuden las Eliminatorias frente a Chile en Santiago. 

   La idea que saca urticaria en aquellos que satanizan las ideas porque presumen que atentan contra la eficacia, deja al desnudo a esos nombres propios que siempre esperan crisis y naufragios para mostrarse como idóneos.

   Por supuesto que lo más importante es el camino que emprendió la Selección. Con algunos tropiezos. Pero con una idea que en la adversidad y en la urgencia supo manifestarse. Y esto tiene un valor que no se mide solo en números. Basta con ver la actuación de Argentina ante Colombia. 

 
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