La decisión de Guede de no contar con Mercier para disputar la Supercopa es netamente futbolística. No hay choques entre técnico e ídolo, no existe un cortocircuito. Para el entrenador, Mussis, con su despliegue incansable, puede cumplir a la perfección el rol del volante central. Si no, ante cualquier contingencia, ingresará Enzo Kalinski, quien ocupará el banco de suplentes ante Boca.
Los roles cambiaron. Mercier, para Edgardo Bauza, era un intocable; Mussis, recambio. Ahora es al revés. Desde el arribo de Guede como DT, la situación de Mercier es una incógnita. Tanto Nueva Chicago como Palestino, los anteriores clubes del DT, se caracterizaron por la intensidad para recuperar la pelota. A Pichi le cuesta jugar solo en la mitad de cancha, aún más con tres jugadores con vocación ofensiva delante de él. Y todavía más en el Nuevo Gasómetro, cuyo campo de juego es el más grande del fútbol argentino.
Guede le buscó el lugar. Primero lo ubicó como primer marcador central. Quedó expuesto, especialmente en el choque de verano ante Huracán: Pichi tampoco puede jugar a 40 metros del arco, sin un sostén detrás. Encima, llegó Marcos Angeleri, un gurú en el puesto. Mercier, así, fue perdiendo lugar. Guede tomó una decisión de tipo con espalda. Sabe que si mañana no sale campeón, será atacado por ese frente: los hinchas le cuestionarán la ausencia del ídolo, del campeón de la Libertadores, del motor del equipo. Y si gana...
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