Con un sólido show en donde no faltaron sus éxitos, el cantante puertorriqueño llenó por completo el estadio. El concierto tuvo varias sorpresas, entre ellas: usó pollera y besó a un bailarín

"Bienvenida a la aventura", le dijo una seguidora de Ricky Martin a esta cronista cuando intentaba atravesar el estrechísimo pasillo que la separaba de su butaca. Y sí, tenía razón: era todo una aventura, no sólo por la organización a la hora de ubicar a la gente sino por las peripecias que las seguidoras atravesaban previo al show: horas y horas de fila (que comenzaba incluso desde la mañana del viernes), cansancio, adrenalina y ansiedad, que se conjugaban casi mágicamente como un brebaje que  todas las fanáticas del cantante puertorriqueño debían tomar para preciarse como tal.

El grupo CNCO fue el encargado de ir calentando la noche antes de la llegada del intérprete. La gente se sumaba a sus canciones, pero la espera se hacía más larga y media hora después de las 21, que era el inicio pautado del show, las chicas sólo querían verlo a él.

El sueño de todas ellas se cumplió a escasos minutos antes de que el reloj marcara las 22. Los cuatro cubos de pantallas instalados en el escenario se encendieron y Ricky Martin apareció en escena desde la altura. Enfundado en un traje  azul, una chalina oscura anudada como corbata y una camisa blanca, el cantante abrió la noche.

El tema elegido para abrir la velada fue "Mr. Put it down", una canción no tan conocida por muchas pero que bastó para encender de ritmo a los más de 35 mil espectadores que llenaron completamente el estadio Vélez.

A puro baile, le siguieron otros tres temas en inglés "This is good", "Drop it" y "Shake", que colmaron de energía a los fans. Bastó sólo que el boricua diga "Arriba mi gente" para que todos los presentes saltaran de la emoción.

Durante el transcurso de esas cuatro canciones, Ricky Martin se cambió dos veces de ropa: una remera negra con flecos y otra remera. Más tarde, llegó el turno de "Adrenalina" y con él la contundente energía del público que lo seguía a cada paso que daba.

      Recital de Ricky Martin en Vélez - Foto: Walter Papasodaro / Diario Popular

Para todos los gustos

Vestido con un remerón largo, era el turno de la segunda parte del show. "Muy buenas noches, Buenos Aires. Esta noche es mágica. Aquí se cumplen los sueños. Lo único que quiero es que salgan transpirados y afónicos", lanzaba el portorriqueño a los espectadores que lo ovacionaban. El cantante no paraba de moverse en escena, bailaba las coreografías, saltaba, transpiraba y demostraba que a sus 45 años está tanto o más vigente que en sus inicios. Es que gracias a su capacidad de aggiornarse, logró conquistar no solamente a adultos, sino también a adolescentes y hasta nenas.

Las estrofas de "Tal vez" eran coreadas con mucha fuerza y acompañadas con la tenue luz de los celulares. Pero el romanticismo no duró mucho porque nuevamente llegó el tiempo del baile: "Living la vida loca", "It's alright", "She Bangs" y "Come with me", volvieron a poner de pie al público.

Remerón negro, musculosa bien ajustada y hasta una pollera negra (¡Sí, una pollera negra!)  vestían al músico e iban sorprendiendo a sus fans. De hecho, hasta le dio un beso en la boca con uno de los bailarines. "¿Qué tiene de malo? Es parte de una coreografía", aseguraba una seguidora que vivaba cada baile que el artista hacía.

De remera blanca, pantalón suelto y descalzo, Ricky Martin comenzaba a relajarse. Ahora sí era el turno de lo meloso. La seguidilla de "Asignatura pendiente", "Disparo al corazón", un popurrí de "A medio vivir", "El amor de mi vida" y "Fuego contra Fuego";  "Tu recuerdo", "Vuelve" y "Y todo queda en nada" fue una síntesis perfecta para revivir varios discos que marcaron la extensa trayectoria del artista.

"¿Seguimos?", preguntaba el cantante y Vélez estallaba de pasión. Luego llegaron "Adiós", "Lola", "María", "La bomba", "Por arriba, por abajo", "Pegate" y "La Copa de la Vida".

"Muchas gracias, que Dios los bendiga", fue la frase que indicaba que el cierre era inminente. Las luces se apagaron pero segundos después volvieron a encenderse. Como yapa, el intérprete le regaló a su público el último tema: "La Mordidita".

"¡No te vayas Ricky!", "Volvé", "Te amo", fueron algunos de los gritos que lograban entenderse entre la cuantiosa multitud. Cuando el reloj marcaba la hora cuarenta de show, el cantante se despidió después de que una lluvia de papelitos invadiera el José Amalfitani. Aún se respiraba en el aire un aroma a energía, adrenalina y mucha pasión. La fanática tenía razón: el show terminó siendo toda una aventura.


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