El parque, que se transformó en un polo atractivo para los turistas a partir del apareamiento de los ciervos colorados, invita a un recorrido distinto, con avistajes y vivencias incomparables. Fanáticos de la fauna y chicos terminan deslumbrados en una región hecha a medida y al ritmo del dueño de casa.

Las incontables aves de diferentes especies que habitan el caldenal de la reserva natural de Parque Luro cantan al unísono en los atardeceres pampeanos y conforman un uniforme sonido, pero en los meses de marzo y abril ese coro es opacado por los fuertes bramidos de los ciervos colorados en su etapa de apareamiento, que se ha constituido en un atractivo turístico de la provincia.

Los machos, que durante el resto del año se mantienen ocultos en el bosque, se dejan ver para este proceso y mediante sus bramidos imponen su presencia ante las hembras para conformar su harén, de número variado, al que fecundarán antes del fin de temporada.

El bramido del ciervo se oye a gran distancia y suena similar al del burro, aunque más fuerte pero también con un dejo de disfonía (desde una visión antropocéntrica) y sirve también para intimidar a otros machos que quieran disputar las ciervas.

Cuando el bramido no es suficiente, llega el momento de la fuerza y comienzan los topetazos y choques de grandes cornamentas ramificadas en hasta 16 puntas, hasta que uno cede y el otro entonces lanza un largo bramido vencedor.

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El Avistaje de Ciervos en Brama se convirtió en producto turístico hace unos 10 años y desde entonces eleva el número de visitantes a la reserva provincial en la que fueron introducidos al país a principios del siglo pasado, cuando era un coto de caza privado de Pedro Olegario Luro.

La Reserva Provincial Parque Luro es un área protegida de más de 7.000 hectáreas, a 35 kilómetros al sur de Santa Rosa, sobre la Ruta Nacional 35, creada con el objetivo de proteger el bosque de caldenes.

Datos de la Subsecretaría de Turismo pampeana indican que la brama atrae a unas mil personas por fin de semana, aunque durante el feriado de Semana Santa llegaron al parque unas 3.500 personas.

Los dos momentos ideales para el avistaje son el amanecer y el anochecer, siempre con guía habilitado, y el público en general puede realizarlos de martes a domingos, ya que los lunes abre sólo para contingentes de niños con discapacidades.

Estos grupos son organizados por la Dirección Provincial de Discapacidad y cuentan con guías especializados para hacer disfrutar de la experiencia aún a pequeños no videntes o hipoacúsicos, entre otras afecciones.

Uno de los encargados de realizar las visitas guiadas a estos avistajes es el director de Areas Protegidas con Uso Turístico de la provincia, Lautaro Córdoba, ingeniero en recursos naturales y medio ambiente.

Durante el resto del año, los ciervos son poco visibles pero generalmente no escapan a la presencia humana, aunque en la época de celo se tornan muy ariscos y huyen en cuanto su afinada vista o el sensible olfato les advierte de la presencia de personas, por lo que la experiencia demanda de técnicas para el acercamiento necesario.

Al caer la noche, una potente linterna permite ubicar de lejos a los animales, ya que sus ojos resaltan brillantes en el haz de luz, pero no quedan inmovilizados, por lo que es difícil acercarse. En los amaneceres, los ciervos comienzan a verse como bultos oscuros entre los caldenes, donde el bosque es cerrado, y es fácil ubicar a los machos por sus altas cornamentas que sobresalen entre el grupo de hembras, todas de menor tamaño.

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