River estuvo apático. No reaccionó, no tuvo signos de rebeldía: se portó bien en La Bombonera. La lógica, aquella que en la previa decía que los de Guillermo Barros Schelotto llegaban mejor al clásico, cambió a las 16:30, a los quince minutos del partido. A esa hora, Pablo Pérez ya había sido reconocido como "futbolista no grato" en la popular Xeneize: con una patada incomprensible a Éder Álvarez Balanta, dejó a su equipo diez jugadores. River, en el cambio de mapa, nunca asumió la responsabilidad. No mostró capacidad para improvisar, para salir del plan inicial: que el partido sea calmo, sin sobresaltos, pensando en la Copa Libertadores.
Andrés D'Alessandro, sin embargo, fue el maestro de ceremonias de una tarde embarrada. Dirigió a una orquesta, quieta, imprecisa, apática. La actuación del enganche fue excelsa. Hizo todo lo contrario a sus compañeros: se movió, asumió la responsabilidad que representa jugar en La Bombonera con la camiseta de River, y generó, con genialidades individuales, las pocas chances que tuvieron los de Marcelo Gallardo: un tiro libre espléndido que sacó Agustín Orión, y un remate dulce que se escapó al lado del palo derecho. Pero D'Alessandro no tuvo socios porque Nacho Fernández se acostó con fiebre. Y el fútbol es un deporte de once jugadores.
Las emociones del partido
A Marcelo Gallardo le faltó audacia para ganar el encuentro. Con la necesidad de, según explicó, "tener más presencia en el área", cambió a Lucas Alario y Rodrigo Mora por Iván Alonso y Sebastián Driussi, un chico que, desde que debutó en primera, no mostró ninguna característica que justifique su lugar en el plantel profesional de River. No desarmó la línea de cuatro defensores, no llevó al banco de suplentes a ningún jugador capaz de abrir la cancha: todos los cambios fueron puesto por puesto.
Mañana, todo será igual: a los hinchas de River les quedará la bronca de no haber sido torazo en rodeo ajeno; a los hinchas de Boca les correrá un frío, la sensación de superar una situación con soltura que pudo haber sido trágica. El martes, todo volverá a la normalidad: la Copa Libertadores, lo único que realmente importa en este semestre, estará nuevamente en el centro del escenario.