Diego Sauchelli, músico de San Justo, reunió a los choferes Miguel Angel Rey, Juan Carlos Pelusa Barbalace y Daniel Domínguez para recorrer Buenos Aires con un espectáculo tanguero.
Decir Buenos Aires es lo mismo que escuchar los sones de un tango y qué mejor escucharlo arriba de un taxi mientras van y vienen las anécdotas de pasajero y tachero. Es una suerte de comunión porteña, que hoy viaja con La Matanza. Porque hoy el tango viaja en taxi con Miguel Angel Rey, Juan Carlos Barbalace -conocido como Juan Carlos Pelusa- y Daniel Domínguez. Tres matanceros, tres taxistas, tres tangueros, que se ganan el sustento al volante, pero que en el escenario despliegan el talento por la música ciudadana.

Diego Sauchelli, músico de San Justo, los reunió y hoy forman parte de Peña Che Bandoneón, un espectáculo tanguero que recorre Buenos Aires. 'Nos presentamos en el club Glorias de Mataderos, en el Viejo Torino, una vez por mes en el Homero Manzi (el 8 de junio tocarán allí) y también estamos los jueves a las 18.00 en AM 840', explica Daniel Domínguez, quien define: 'El tango es música para el alma'.
Miguel Rey pasó 28 años en el tacho, jubilado recientemente, y cinco años cantando en los escenarios. Nació en Tropezón pero se afincó en Ramos Mejía. Pelusa Barbalace, también ramense, lleva 34 años en el taxi y siete años como cantor, y Daniel Domínguez, de Lomas del Mirador, lleva 20 años en el volante y cuatro con cantor.

Los tres se refieren a la relación entre el tango y el taxi. 'Es la bohemia, la ciudad, vivencias, historias, compartir con el pasajero, sobre todo antes cuando había diálogo profundo', reflexiona Daniel. Pelusa, a su vez, explica: 'El taxista es una especie de psicólogo, la gente que viaja le cuenta dramas, que se peleó con el marido o la novia'. A su turno, Miguel Rey resume: 'En mi caso, primero fue el taxi, pero el tango vino para no irse de mi vida'.

Mientras el tacho fue y es el medio de vida, la profesión elegida, el tango es el otro gran amor de estos tres matanceros. 'El sueño del pibe era, por caso, cantar con la orquesta de Juan D'Arienzo y no se dio, pero era el gran sueño del pibe, como aquel que quería llegar a jugar en la primera de un equipo de fútbol', describe Pelusa y sostiene: 'Mi viejo me lo inculcó, le gustaba cantar, agarraba la escoba como guitarra y cantaba el tango para nosotros. Desde chico lo vengo mamando'. 

A su turno, Miguel Angel Rey dice: 'Eramos siete hermanos, y mamá cantaba en la kermese de Santos Lugares frente a la iglesia de Lourdes. Me sentaba en un banquito a escuchar como cantaba mi madre y mis hermanas', y recuerda: 'En la pileta del patio mi madre cantaba y mis hermanas cocinaban cantando. Era armonía pura, pese a que no eran tiempos fáciles. Y luego, un poco más grande, nos juntábamos en la esquina con los amigos y, con una viola, cantábamos'.

<CD>Daniel Domínguez cuenta lo suyo. 'El tango llegó de imprevisto. Hasta los 33 años tocaba la batería. Pero un día me hizo un click y empecé a canturriar el tango. Era un don que tenía, luego estudié con Juan Vivas y ahora con Diego Sauchelli, con quien estudiamos y cantamos'.