La aplastante derrota por KOT 2 del "Tyson del Abasto" Víctor Ramírez el sábado pasado en Rusia, ante el local Denis Lebedev, invita a una reflexión profunda sobre varios puntos. Su preparación, su futuro, el boxeo argentino, la economía del país, la cultura, y las negligentes actuaciones arbitrales.
Quedará la duda de si el Tyson Ramírez perdió el sábado ante el ruso Denis Lebedev, o ante sí mismo. O ante quién.

También si esta vez su bolsa –que suponemos buena y en US, como la gente pedía alentando ir a buscarlas fuera del país- será rescate, catapulta, o su tumba como lo fue la que había ganado la última vez que salió, frente al serbio Marco Huck, que le hizo perder su cabeza. Y sobre la real conveniencia de esta política.

Su caída por KOT 2 en el Khodynka Ice Palace de Moscú, donde cedió el título mundial crucero FIB y la posibilidad de sumar el de la AMB, no fue una simple derrota, dado lo aplastante, abrumadora, e impotente. Recordó a la de Omar Narvaes ante el japonés Naoya Inoue hace un año y medio.

Y no fueron casuales.

Tampoco lo es que hayan sido ahora y no hace 5 años, ó 10. Y obsérvese que curiosamente no fueron en New York, ni Las Vegas, ni ante estrellas norteamericanas. Fueron en Japón y Rusia, ante púgiles locales, sin renombre.

Japón y Rusia, nada menos. Dos potencias emergentes económica y socialmente, que si uno se pone a ver, también lo son hoy en el boxeo, eclipsando a la tradicional e histórica USA, una en los pesos chicos, otra en los grandes.

A Narvaes le ganó un supermosca japonés y a Ramírez un crucero ruso, ambos por KO 2 y aniquilamiento. ¿Casualidad?

Eso también marca la pauta del lugar donde se ubica nuestro país actualmente, porque, como ya se ha dicho hasta el hartazgo, el boxeo no es una isla, sino el fiel reflejo de la sociedad. ¿Hacen falta más pruebas?

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El sábado, con sólo mirar el imponente estadio de la pelea, apenas comparable con los de Alemania o Las Vegas, se tomaba conciencia de las diferencias abismales entre uno (Ramírez) y otro (Lebedev), que no eran Rocky Balboa vs Iván Drago.

Quizás sin tanto público, pero respetuoso del himno argentino, al que no necesitaron silbar, ni intimidar, como tampoco a la delegación extranjera, apabullaron con todo el lujo de un mundo de avanzada, empezando por la contratación del famoso anunciador estadounidense Michael Buffer.

Y era el choque entre Lebedev, de 36 años, y Víctor Ramírez, desconocido para ellos.

Con todo respeto, acá la pelea se hubiese hecho en Benavídez, bajo los bombos de la patota política o sindical, hostigando a los visitantes para empezar ganando de guapos, si es que se le puede llamar guapos a la fuerza de la mayoría.

Diferencias de culturas y educación, también abismales.

Lo cierto es que en realidad, ninguna cosa garantiza la otra. Y sí en cambio es una lectura repetida que el poderío económico influye en lo deportivo, quien luego -en un círculo virtuoso- lo retroalimenta.

Pero hubiese uno querido saber qué pasaba en esta pelea unos años atrás, tal vez con el Ramírez de la primera etapa. No para ver si vencía, sino para saber si podía aguantar un poco más de 2 penosos rounds, o al menos forzar una decisión en las tarjetas más decorosa, menos humillante.

Cuesta resignarse a ver a un campeón del mundo perder así, tan drásticamente. Cuesta y duele.

Pero extrañamente, si uno analiza, Tyson Ramírez siempre tuvo la suerte de no enfrentarse a monstruos, ni a púgiles de envergadura, salvo la excepción quizá de Ola Afolabi, quien de algún modo decepcionó. Y la vez que lo iba a hacer, frente al cubano Joan Pablo Hernández, éste abandonó el boxeo.

Estando en ese peso, y siendo un crucero de físico chico, nunca se midió ante alguien bueno, grande y de manos picantes.

Nunca ante un Roy Jones, un Toney, un Juan Carlos Gómez, ni siquiera aquí ante un Marcelo Domínguez.

Sí lo hizo una vez como amateur ante el cubano Odlanier Solís Fonte, en la final de un Panamericano de Boxeo en Brasil -siendo un novato-, y perdió por puntos en 4 rounds, pese a que la delegación argentina no quería que se presentara, y prefería dar WO.

Lebedev, en cambio, enfrentó, venció y hasta noqueó a casi todos esos, y más también.

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Noqueó a Roy Jones en el 2011 (por KO 10), que después enhebró 8 triunfos en fila hasta perder con Enzo Maccarinelli (el recordado verdugo del Gordo Domínguez en 2006 por KOT 9). Maccarinelli venció a Jones en 2015 por KO 4. Pero Lebedev también noqueó a Maccarinelli. Fue en 2009, por KOT 3.

Y venció por KOT 6 al ruso Alí Ismailov en 2009, quien tanto le costó a Ramírez en el Luna Park en ese mismo año, pero dos peleas antes. Al que no pudo noquear, aunque le ganó las 12 vueltas, fue al innoqueable de James Toney en 2011.

Perdió ajustadamente con Marco Huck, en fallo dividido –igual que Ramírez- con tarjetas idénticas a las del Tyson, aunque lo de Ramírez fue en 2009 y lo del ruso en 2010. Este resultado, ante el mismo rival, con apenas 1 año de diferencia, habla de paridad.

Paridad que habrá habido en algún momento, que no fue éste, aunque dijeron que la preparación del Tyson fue impecable

Mas sabido es que lo impecable en la pobreza es mucho menos que lo impecable en la riqueza. Y que en similares condiciones pero diferentes contextos, el de mayor infraestructura supera al de menor, por lo que un ruso bueno siempre será más que un argentino bueno.

Se ignora cuáles serían de acá en más los pasos de Ramírez, si continuará peleando o no, si encausará definitivamente su vida, o caerá nuevamente en los mismos excesos que la vez anterior cuando perdió ante Huck.

En definitiva, lo que siempre importa ante el retiro de un púgil es que sea con salud y lo mejor respaldado económicamente.

Por eso indigna que un árbitro de un medio ultra boxístico como el estadounidense, no sepa distinguir cuando un combate está terminado, máxima y principal virtud que debe tener.

Y Steve Smoger, quien actuó en la misma, no leyó que cuando Ramírez bajó el torso y las manos doblado en el centro del ring, ya no quería más, aunque estuviera de pie como los árboles. Tampoco leyó cuando se dio vuelta en señal de abandono, ni la siguiente vez que volvió a bajar los brazos, sin ofrecer respuestas. ¿Esperaba la ejecución?

Las responsabilidades se dividen entre lo deportivo, lo político/dirigencial, lo económico y lo humano. Y en tal sentido, es preciso establecer diferencias y ser conscientes de ellas. Las falencias de Ramírez en cuanto a nivel y entrenamiento, pueden costarle una pelea, quizás un título. Las de un árbitro –y peor aún cuando se suponen de primer mundo-, pueden costar una vida.

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