Odontólogo recibido pero que nunca ejerció, este compositor de temas mundialmente famosos encontró en la espiritualidad el sentido del equilibrio y un camino para ayudar a aquellos que lo necesitan.

En la serenidad reinante en el living del antiguo departamento en planta baja que habita, Virgilio Sotelo aporta con su hablar pausado al clima refractario de las estridencias provenientes de la palpitante avenida Jujuy y abre las puertas al mundo que recorre desde joven cuando en su Valentín Alsina natal descubrió la virtudes que lo acercaron al budismo.

Músico exitoso y de vasta trayectoria Virgilio, de 70 años, asegura que no es fácil ser budista en la Argentina pero como aprendió de Siddartha, la clave reside en saltar de su mente y entrar en el ejercicio profundo e intenso de la meditación que lo nutre y desde el cual incluso ayuda a los demás.

El Virgilio de hoy tuvo de chico toques singulares que le dieron un matiz diferente. El primero, su afinidad con la música que explotó hasta convertirse con el tiempo en profesional gracias a la amplitud de sus padres, dueños de un almacén de barrio. El otro, cuando se dio cuenta que podía captar la energía de las personas por el aura de colores que percibía.

Sotelo tiene otra particularidad, la de ser odontólogo recibido que cuando hacía las prácticas en el Hospital Fernández, más se acercaba a la música y a Buda por lo que nunca ejerció ni tuvo consultorio.

El vínculo de amistad que uno de sus dos hermanos tenía con un tal Roberto Sánchez fue toda una señal que derivó en una carrera reluciente en la que fue productor musical de Valeria Lynch, Cacho Castaña y la cantante argentina Jimenah, que triunfa en Chile.

"Valeria me grabó 'Como una loba' y 'Muñeca rota', Cacho hizo lo propio con 'Quieren matar al ladrón' y lo más reciente que he hecho fue para el último disco de los Pimpinela" señaló Virgilio a HISTORIAS DE VIDA para apuntar que ahora su temática es otra: la meditación.

En esa cuestión hay un hito. Si bien ya había establecido relación directa con el budismo, en 1988 participó en Tokio de la Conferencia de Artistas Budistas. "Integraba la Organización Budista de Argentina y allá me pidieron que hiciera una música para el acontecimiento. Compuse 'Heart to Heart' -rememoró- que fue elegida como contribución a la Paz del Mundo".

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El camino hacia uno mismo

El sentido de semejante distinción lo comprometió más con su perfil espiritual que lo llevó cada vez más, como asegura, "a comprender lo que realmente es la existencia a partir del dominio que ejercen desde tiempos inmemoriales los opuestos, es decir lo bueno y lo malo, lo amargo y lo dulce, la noche y el día. En ese encuadre -afirmó- todo se complementa como por ejemplo, la vida y la muerte".

Los años galvanizaron esa convicción y un día empezó a extenderla a otros. "Hoy trabajo con pequeños grupos que quieren comprender y para eso el mejor camino es la meditación", subrayó quien rechaza que lo definan como maestro. "No soy maestro de nada pero sí aprendo mucho de lo que sufre la gente", sentenció.

Entre quienes comparten esos grupos, Virgilio intercala su experiencia traumática de hace siete años cuando fue sometido a una cruenta intervención para extirparle un cáncer de colon. "Si bien agradezco a los médicos del Hospital Udaondo y al doctor Pablo Muñoz, con la meditación -aclaró- logré evitar la quimioterapia y no sufrí nada. Pero para eso primero comprendí muchas cosas que hoy comparto, basado en que a un buda jamás se le calienta la cabeza". Y quizás allí resida la enorme dificultad que conlleva ser budista en una Argentina caliente.

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El color intenso de las emociones

Un amigo personal, el escultor y orfebre Néstor Muzzupappa, supo esclarecer a Virgilio del singular fenómeno que lo marcó desde que era niño, el de ver el color de los sonidos y captar el aura de las personas que atraviesan emociones fuertes.

"Yo pensaba que era una enfermedad hasta que Néstor me dijo que lo mío era sinestesia, una manera de escuchar un color o ver un sonido", contó Virgilio.

"Lo del aura me siguió pasando con frecuencia con personas que vivencian una emoción intensa" destacó, y admitió que ve el fluir de esa energía en la cabeza o las manos de las personas a las que les capta su alta carga emotiva.

Justamente una de esas experiencias la tuvo con su madre, a poco de fallecer hace cinco años. "Me dijo 'abrazame que me siento flojita' y mientras lo hacía, veía en colores oscuros como poco a poco se le iba la energía". Se me murió en los brazos, los dos mirándonos a los ojos", concluyó.

Saltar de la mente es como transitar hacia la libertad

Virgilio está plenamente imbuido en que saltar de la mente para entrar en la meditación como lo propone el budismo, es una decisión acertada. Para eso se fundamente que "si no se salta de la mente es muy complicada la existencia. La mente es la que te lleva al pasado y el futuro cuando es el presente lo que realmente existe, es decir el aquí y ahora", explicó.

Sostenido en ese concepto, se dedica a asistir a grupos reducidos a los que introduce en la meditación y una de sus especialidades es trabajar con gente que se encuentra privada de su libertad.

"En realidad son personas que se encuentran cumpliendo arresto domiciliario o están en libertad condicional, a quienes le hablo de cómo funciona esta manera de entender la meditación para aliviar el momento que atraviesan", puntualizó.

Respecto a la disciplina que aplica, Virgilio aseguró que se trata de llevarlos primero "a una mejor comprensión ya que no todo lo que la sociedad propone se encasilla en malo o bueno".

Uno de los casos en los que colaboró fue el de una joven que había quedado muy golpeada a raíz del suicidio de un familiar. "La manera de enfocar ese problema -precisó- fue a través de plantearle que todo en la vida está encuadrado en lo creativo y lo destructivo porque hasta nuestras células están programadas naturalmente para vivir determinada cantidad de años y en ese sentido, también se suicidan".

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