El dolor sigue, no siempre se puede ver. El Vasco Olarticoehea, el capitán del barco que se hundió definitivamente tras un naufragio de seis días, intentó graficar lo que sucedió puertas adentro: "Lloramos todos. Cuando llegamos al hotel, hicimos una reunión y lloramos. Son cosas que te marcan. Detrás de una figura hay una persona y un sentimiento por la camiseta".
Jonathan Calleri, Ángel Correa, Víctor Cuesta, el propio Rulli. No son "los chicos del fútbol". Son jugadores con su recorrido, asentados en Primera desde hace algún tiempo. Gio Simeone se hace cargo y lo explica minutos después de la debacle olímpica: "No, no somos jóvenes, somos responsables de todo. Cuando ganamos somos los mejores y cuando perdemos nos toca esto".
"En Buenos Aires éramos ocho entrenando", intenta explicar Correa, el que llevaba la 10, el que falló el penal que tal vez hubiera cambiado las cosas, o al menos alargado un poco la agonía. Lautaro Giannetti hizo la falta que terminó en el gol de Honduras, también desde los doce pasos. Los ojos no pueden más de rojos. "Se siente culpable de todo", dice el Vasco.
El día después, el DT escarba, busca razones más allá de la pelota. "A partir de ahora tienen que hacerse las cosas con mucha seriedad, porque el fútbol a nivel mundial es así; si no, te golpeás contra la pared", reclama en diálogo con Vorterix. "No hay que tirar mucha porquería encima", pide. La crónica de la derrota anunciada ya está escrita y no hay nada que mitigue el sufrimiento.