Nuestro pueblo está angustiado, totalmente llevado y arrastrado por el mercantilismo. Pero ¿a quién le importa? Hoy, en la era de Internet, debemos movernos a esa velocidad. Son casi 8 mil millones de personas que Dios debe ayudar. Para eso están los pequeños embajadores. Pero éstos, deben tomar las cosas como lo hicieron en su oportunidad los antiguos pastores de Dios: con valentía y no en la comodidad de un púlpito. Hay que rasgarse las vestiduras y defender las teorías y enseñanzas que nos dejaron. Si no se sigue ese camino el pueblo buscará otros rumbos, ya que sus angustias deben ser atendidas hoy. La vida es corta, los tiempos son nuevos, por lo tanto, tomemos las armas de la palabra y saquemos la angustia a las personas. No usemos la política dentro de las iglesias. Siempre fue un baluarte de los preceptos morales. ¿Qué ha pasado que ya no están? Volvamos a los orígenes. Hoy día, con ruegos y/o cantos no le quitamos las angustias a la gente. Démosle esperanza, nacida de la palabra, y veremos cómo crece el caudal de seguidores. Así fue lo que se hizo en su oportunidad.