La goleada ante Quilmes y el regreso de Tevez apuntalan al Xeneize para no perder el sueño de la Libertadores. El Granate, su bestia negra, cayó en su nivel pero mantiene la base del equipo campeón. Un partidazo.

Atrás quedaron las polémicas por los días y horarios, por los descansos mayores o menores, y hasta alguna bronca escondida por el pase de un jugador que finalmente no se realizó entre ambos clubes. Las palabras se las llevó el viento y sólo queda por delante el momento de la verdad, que será mañana, en Mar del Plata, cuando Boca y Lanús definan quien pasa a cuartos de final de la Copa Argentina. Una instancia decisiva, a cara o cruz para los dos en cuanto a la continuidad en dicha competencia, pero con mayores responsabilidades para el xeneize, que tiene instalada en su cabeza que ésta es la única manera de poder sostener la ilusión de estar el año próximo en la Copa Libertadores.

Una derrota significaría un cimbronazo en los cimientos del Mundo Boca, no sólo por quedar afuera de uno de los objetivos y de no estar presente en el certamen que más lo distingue a nivel internacional, sino porque además lo dejaría con el horizonte demasiado lejano, intentando pelear por un torneo que hoy aparece como interminable y con un premio final que no alcanza ni como consuelo.

Para el granate, en cambio, los tiempos son otros. Viene de consagrarse campeón a nivel local, le agregó la Copa Bicentenario como yapa y su participación en la Libertadores 2017 está plenamente confirmada. No tiene urgencias, pero sabe que esta Copa Argentina es un trofeo que está ahí, al alcance de la mano, a sólo cuatro partidos de distancia, con el agregado de que anda con el paso cambiado en el nuevo certamen doméstico. Es más, curiosamente sólo pudo ganarle a Boca en el arranque y después perdió esa potencia goleadora que lo distinguió en el título. Necesita reivindicarse y que mejor que este momento, ante el xeneize, como para remarcar esta pequeña paternidad y recuperar la memoria. Los jugadores son casi los mismos, el DT también, sólo necesita volver a creer.

Boca por ahora es una incógnita futbolística. A un buen partido de local, como pasó ante Belgrano, le siguió una actuación decepcionante ante Godoy Cruz. Y aunque jugó un primer tiempo brillante contra Quilmes, todavía no encuentra ese equilibrio que lo convierta en candidato para lo que juegue. Suma nombres de jerarquía pero todavía falta un equipo. La goleada del domingo obró seguramente como un factor anímico de importancia, pero la medida se la dará sin dudas Lanús, una sombra que no pudo superar en los últimos choques. Y en ese intento de encontrar una imagen confiable, el regreso de Carlos Tevez será un buen aporte, sobre todo teniendo en cuenta que el propio Apache fue el último que logró poner de rodillas al granate en aquella semifinal de la anterior Copa Argentina.

En pocas palabras, un partidazo para vivir de principio a fin. De arranque, por todo lo que está en juego y con la expectativa extra de un espectáculo futbolístico que esté a la altura de dos equipos que siempre van al frente. Para Lanús, una chance de recuperación y de imponer un estilo. Y para Boca, un todo o nada para alimentar ese morbo que lo distingue a cada paso.
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