Cuando comenzó el año, algunos comerciantes y propietarios fijaron valores abusivos que afectaron la concurrencia de turistas a las playas. Cuando se dieron cuenta "ya era tarde para recuperar lo perdido".
La primera quincena fue floja. La tendencia de tomarse vacaciones por un puñado de días o aprovechar los fines de semana se incrementó. Animarse a alquilar departamento o a reservar hotel por muchos días, es una aventura que no muchos están dispuestos a experimentar. Y es que más allá de la incertidumbre que pueda afectar la economía individual de cada familia existieron factores que contribuyeron para que, recién a partir de esta segunda quincena de 2017, se vea una mayor concurrencia en calles, comercios y playas.

Uno de los principales factores que incrementaron el temor de los turistas y, en muchos casos los ahuyentaron, tuvo que ver con los precios desmedidos que intentaron instalarse en las ciudades costeras desde unos días antes que comenzara el nuevo año. Así, a diferencia de lo que ocurre en la playas de Brasil, donde si aparece algún punga son los mismos comerciantes callejeros los que lo denuncian, lo corren y lo combaten para defender su propia fuente de trabajo, en nuestro país sigue imperando el deseo de sacar la mejor tajada económica posible aprovechando la hora de las vacaciones.

Esa ambición desmedida generó el efecto inverso al deseado: vinieron menos turistas de los que esperaban y, los que llegaron, se las ingeniaron para tratar de abaratar costos, una tarea que terminó haciendo pagar a justos por pecadores como consecuencia del control del consumo que se hizo imperioso para poder pasar unos días junto al mar.

De movida nomás, en los últimos días de diciembre de 2016, cuando una temperatura por demás agradable para disfrutar de la playa convocó a los primeros veraneantes, los vendedores ambulantes de las playas fijaron el precio de la docena de churros en 100 pesos; esta circunstancia hizo fracasar de manera rotunda esta changa, habida cuenta que en panaderías de buen nivel, la docena de facturas se puede conseguir (desde esa fecha y hasta la actualidad) a 50 pesos, un precio aún más accesible del que se encuentra en varios locales de Capital y el Gran Buenos Aires. Incluso hay lugares con ofertas especiales: una 'docena' de 14, también a 50 pesos.

Claro, uno podría entender que, al hecho de tener la mercadería al paso de nuestro descanso, le corresponde un incremento en el precio respecto del que se va a buscar a un lugar específico; sin embargo, en los mismos puestos instalados en varios balnearios privados (Punta Mogotes, por ejemplo) la docena de facturas también cuesta 50 pesos.

También, ya que hablamos de los productos que se expenden en la playa, los tradicionales choclos se venden a 50 pesos, cuando el kilo de mazorca, en las verdulerías marplatenses se puede encontrar a 15 pesos (por cada kilo entran tres unidades grandes). A su lado, un vendedor de zoquetes de marca ofrece los seis pares a 100 pesos. Claramente, algo no encaja.

Estos despropósitos en los precios también se vivieron sobre el inicio de la temporada en las exigencias de los propietarios para alquilar casas o departamentos. Claro, cuando la gran mayoría advirtió que pretender 25 mil pesos por quincena por un departamento de dos ambientes no entraba en el presupuesto de casi nadie, tuvieron que empezar a bajar los precios; cuando lo hicieron, en muchos casos ya era tarde.

La segunda quincena, cuando se advirtió que buscando precios se podían encontrar alternativas muy accesibles, empezó a levantar de manera muy marcada, 'pero lo que se perdió en la primera parte del año no se recupera', dijo un reconocido empresario de la zona.

De esta manera, los marplatenses se enojan con los que ponen precios abusivos de entrada 'y espantan a los turistas', mientras que los veraneantes hacen planes ajustados a ese primer golpe de vista y la temporada se afecta. A tal punto, que hoy por hoy, los propietarios aceptan alquilar casas y departamentos por día (algo impensado hace algunos años) y sin importar la cantidad de huéspedes: 'si quieren tirar algún colchón lo pueden hacer, no hay problema... hay espacio para que duerman nueve o diez personas', fue la recomendación de Teresa, una de las propietarias que eligió no incrementar el precio del alquiler de su casa y se encargó de llamar a la misma familia con la que había tratado el año anterior.

Muchos otros, que pretendieron aplicar a los alquileres 'el 40% al que trepó la inflación', no pudieron colocar sus propiedades en la quincena inicial y, recién ahora, algunos encuentran clientes después de acomodar los precios. En este rubro han tenido mucho más éxito los que negociaron mano a mano, en forma personal, que los que recurrieron a inmobiliarias, un trámite que incrementa sensiblemente los precios.
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