El encanto de la reina de Egipto dependía de su rutina de cuidados estéticos naturales que lograba maravillas
Cleopatra, la legendaria reina de Egipto, que según los relatos de la época era bastante narigona, tenía un encanto que hizo perder la cabeza a dos romanos de la más dura y severa formación de soldado como César y Marco Antonio. Cleopatra mantenía un estricto ritmo de cumplimentar ciertos procedimientos para mantener su belleza, que se revelarán a continuación.
De mañana
Sus doncellas debían llevarle a la cama, antes de que se levantase, pequeños trozos de carne de ternera que se aplicaba sobre su rostro durante una hora, para conservar la frescura de la piel.
De noche
Bebía antes de irse a acostar un licor de mandarinas que luego, el resto, lo volcaba en un recipiente de boca ancha y dejaba durante tres noches sin tapar bajo la Luna llena. Al cuarto día lo exponía al sol hasta la noche, es entonces que le agregaba cinco gotas de leche de burra o cabra y se lo pasaba por sobre el rostro.
Párpados y pestañas
Los relatos hablan de lo subyugante que eran sus ojos soñadores y altivos. Trataba de no exponerlos demasiado a la luz del sol y los lavaba tres veces al día con agua de rosas que le preparaban sus doncellas después de hervir medio litro de agua pura con una taza de pétalos de rosas. Para las pestañas hacía un delicado trabajo: cortaba durante tres noches de Luna -en cuarto creciente- las puntas de sus pestañas y luego aplicaba una cantidad de aceite de almendras friccionando suavemente.
Dolores artríticos
La reina Cleopatra hacía machacar en un recipiente dos docenas de guindas picantes y secas hasta convertirlas en polvo para combatir los dolores óseos. Mientras tanto, hacía hervir medio litro de aceite de oliva y antes que rompiera el hervor incorporaba el polvo de guindas y bajaba el fuego. Revolvía bien y se dejaba enfriar. Una vez frío guardaba el ungüento en un recipiente de cristal con tapa hermética. Con él se frotaba la parte dolorida pudiendo calentarlo a Baño de María cada doce horas hasta que el dolor desapareciera por completo.
Acné
Se lavaba el rostro tres veces al día con el jugo de un manojo de puerros bien exprimidos a los que agregaba tres cucharadas de leche de cabra y un puñado de azúcar.
Arrugas
Embebía su rostro con el jugo de dos cebollas de lirio blanco que hacía batir con sesenta gramos de miel blanca y veinte gramos de cera blanca fundida. Calentado todo a Baño de María hasta tomar consistencia. Una vez aplicado sobre el rostro, lo dejaba un buen momento para que penetrara bien y luego lo retiraba con un paño embebido en agua tibia.

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