El Chavo, que se crió y jugó al fútbol con el presidente del club detrás de donde hoy está la tribuna de cemento, todavía está eufórico con el salto que dio su querido Dock Sud. Pero quiere más. Aquí, su relato.
Todo el frío de un mediodía de 2009 en una pizzería de Barracas desapareció en cuanto llegó la muzzarella. Aníbal Campanini estaba sentado a un lado. Campanini es hincha de Dock Sud. No de Boca/River/Independiente/Racing y de Dock Sud. No. Es del Doque. Ahora, no sólo es hincha. También es el presidente. Del otro lado, enfrente de Aníbal, Rodolfo de Paoli. Sí, De Paoli, el que ahora es el relator “dos” de Fútbol Para Todos. Rodolfo lleva a Chicago en la sangre. Su padre fue presidente, él fue jugador y alguna vez aspira a ser el técnico. Como DT, De Paoli tuvo pasos destacados por Deportivo Riestra y Argentino de Merlo. En ese mediodía del invierno de 2009, era el técnico de Dock Sud. Me mostró sus planes anotando el cuadro que soñaba en una servilleta. Me impresionó el conocimiento que tenía de la categoría. Haciendo un viaje rápido hasta este presente se entenderá esta mención a De Paoli. En ese inicio de la temporada 2009/2010, trajo a la base del cuadro campeón: Hourcade, Escobedo, Pollack y la figura, Matías Fleitas. Pero el trabajo de relator de De Paoli lo absorbió y no pudo seguir con el de DT. Hubo un interinato de su ayudante, pero no hubo caso. Creció su figura en las transmisiones de fútbol y Aníbal Campanini pensó en otro DT conocedor de la categoría, otro ex Riestra: Darío Cassinerio. Se sumó Manuel Miramontes, otro de los que estampó su nombre en ese banderín gigante que compré por 20 mangos en la cancha, durante el partido con Paraguayo. El equipo peleó hasta faltando cinco fechas. Esperó que se cayera Yupanqui para poder pegar el salto, pero también se cayó Dock Sud y el salto lo dio UAI Urquiza, que hoy está en la C. “Si acertamos con el DT, con los que se van y, sobre todo, con tres o cuatro refuerzos buenos, tenemos equipo para ser campeones”, me dijo Campanini. A Aníbal lo conozco de toda la vida. De toda la vida de verdad. Jugábamos a la pelota atrás de donde hoy está la tribuna de cemento de la cancha del Doque, cuando en lugar de esos monoblocks, estaba la cancha de los bomberos, lindante con un gallinero que tenía mi abuela Silvia. No me gusta decir que alguien “sabe de fútbol”. Me gusta decir “conoce”. Aníbal Campanini conoce. Ya en aquella charla de mediados de 2010 coincidí con él. Dock Sud tenía un muy buen plantel, pero le faltaba cubrir algunos puestos importantes. “Tengo al técnico”, me dijo Aníbal. “¿Estás seguro?”, le pregunté. Yo quería al DT de UAI Urquiza, Cristian Aldirico, pero no le dije nada. Confié siempre en lo que Aníbal conocía. “Hernán San Martín, el que estaba en Victoriano Arenas”, cerró. Inmediatamente, lo “googleé”. Me dio bien, digamos.
“Dock Sud es Boca”
Hernán es joven, con una carrera en marcha y con conocimientos que se acumulan, justamente, porque cuando uno está haciendo carrera y tiene hambre, dirige o comenta un partido o un equipo del ascenso como si fuera el Barcelona. Eso hizo San Martín. No se metió en líos, se metió a trabajar y pensó cada partido como si fuera la final de la Copa. “Acá, Dock Sud es Boca”, me dijo antes del partido con Cañuelas en el Doque. “Tenemos que ganar todos los partidos”, completó. Hacía falta un 9 goleador. En el Doque estaban el Bichi Azcona y el Chino Tapia (dos que llevan tiempo en el club, vienen desde la C), pero tienen otras características. San Martín se trajo a Cristian Bruno, un grandote de área que había sido dirigido por él en Victoriano. Con Cristian, llegó su hermano Daniel, lateral derecho. Otro acierto de San Martín fue el de elegir a un interesantísimo volante “todocampista” (dixit Bilardo) llamado Jonathan Di Toro. Arrancó por la izquierda, con un tímido “3” en la camiseta y se encargó de romperla y de ganar terreno. Se ganó mi corazón el día que la rompió en el partido más difícil: con Atlas en el Ricardo Puga, cuando entre él, la dupla Escobedo - Pollack, Pablito Hourcade, el coraje del capitán Nápoli y la magia de Matías Fleitas esquivando los 200 patadones que le tiraron, el Doque mostró chapa de Campeón, ganándole al que seguramente le iba a pelear el título hasta el final, como ocurrió. Fue 1-0 a Atlas en General. Rodríguez, con un gol de Pollack (segundo goleador del equipo, pese a su posición). Del torneo y de los partidos que Dock Sud ganó, digamos que ninguno fue ganado sin merecerlo. Se llevó los resultados que necesitaba en los partidos decisivos (le ganó a Atlas y a San Martín fuera de su estadio, empató de visitante con Riestra). Siempre fue para adelante, aún no jugando en su nivel (Juventud Unida de local, Cañuelas de visitante, Central Ballester) y se armó un equipo sólido. No convivo con los futbolistas, no me gusta aprovechar mi condición de “hincha conocido” para estar entre los jugadores. Tengo la sensación de que los extraños molestan. Mi formación profesional me hace tomar distancia. Pero conozco de grupos y vi un grupo sólido, vi a pibes llenos de sueños tirando del mismo carro y convencidos de que el triunfo no sólo posiciona a Dock Sud más cerca de dónde debe estar en realidad, sino que a ellos los potencia y los hace crecer. El presidente Campanini y quienes lo acompañan saben que esto es sólo el primer paso para llevarlo a Dock Sud a la categoría que tuvo en la mayor parte de su historia. Tienen claro que este ascenso obedece a un trabajo coherente y minucioso que se hizo durante dos largos años, en los que el equipo debió jugar más de 70 partidos. Este ascenso es para festejarlo hasta que amanezca, pero, después del descanso merecido, hay que pensar en cómo afirmarse en la C y en cómo dar otro salto cuando las condiciones estén dadas. Lo grandioso es que el primer paso ya se dio. Dock Sud tiene historia, camiseta y, por fin, un equipo que da gusto ver. Está en el camino correcto. Y nunca más hay que desviarse. Por DIEGO FUCKS Periodista e hincha de Dock Sud

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