El cantautor del oído absoluto ofreció un nutrido set de temas repasando clásicos y presentando su nuevo disco llamado La Torre de Tesla. La presencia de David Lebón fue la sorpresa.

Hace rato que la gente dejó de ir a ver a Charly García pensando que acaso podía ser el último show. Aquellos tiempos de excesos, de piletazos desde un noveno piso, de demoras interminables en los comienzos y largos baches en medio de los conciertos, ya son cosa del pasado. Este Charly previsible, que muestra las huellas de aquellos años locos y del paso del tiempo, hoy admite ciertas previsibilidades. Y como era de suponerse en ese contexto, la presentación de La Torre de Tesla, su nuevo disco, ocurrida ayer en el Gran Rex, mostró a un bicolor a la altura de las circunstancias, teniendo en cuenta que ya no volverá a ser aquel que fue, pero es el mejor que puede ser hoy.

Todo empezó con en clásico apagón de luces, el griterío y los primeros riffs de El Aguante, ese himno de Charly muy festejado por su grey, al tiempo en que las luces lo iluminaban sentado al piano y un rayo desde la escenográfica Torre de Tesla rompía el fondo negro de la pantalla gigante. La elección del tema no es casual... corren tiempos duros, y Charly siempre entendió todo.

Usando sombrero negro y saco azul, Charly se metió a la monada en el bolsillo de entrada. Un público entre quienes se contaron muchos que en su vida lo habían visto y que ante la ausencia total de nuevos ídolos en el rock, buscan abrevar en los grandes de otros tiempos. Otros tiempos duros en los que Charly hizo temas como Instituciones, que también sonó ayer. Seguido por Extraño, Revolución y La Maquina de ser Feliz. “Vamos que no es cumbia”, arengó. Siempre apoyado por Rosario ortega vocalmente y con una banda de gran power, Charly brilló una vez más ante un Gran Rex colmado, que estalló ante la sorpresa de la noche: la presencia de David Lebón, compañero de ruta en Serú Girán, con quienes tocaron Peperina, un tema que hace añares no compartían en un escenario.

Que ya no es el de antes es un hecho. Ya no rompe guitarras, ni patea pianos, ni te cuelga el show por la mitad. Pero este Charly de hoy, aún con su voz cascada, ayer se cantó 26 temas mostrando cómo se hace el rock en esta parte del mundo. Ese es Charly, un clásico que, como los buenos vinos, cuanto mas añejo sabe mejor.

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