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Por Wilmar Merino
Sea con mar calmo o roto, como suele estar en invierno, los muelles nos suelen permitir buenas pescas a pie seco, lanzando desde una plataforma en la que -además- tenemos comodidades como pileta con agua corriente, luz eléctrica, baños, refugios para el viento y lugar donde apoyar las cosas y preparar las carnadas. Eso es lo que nos ofrece, por ejemplo, el muelle de Pinamar, donde por 5 pesos el pescador y 3 el visitante, se pueden hacer buenas pescas de pejerreyes usando equipos muy sutiles.
Se llega a Pinamar por Ruta 2 hasta Dolores, donde doblamos por la 63 hasta la esquina de Crotto y seguimos por la Ruta 11. Luego del peaje, tomar la Ruta 56 hasta empalmar en Madariaga con la 74 rumbo a Pinamar.
En nuestra reciente visita a Pinamar vimos una gran afluencia de familias pescadoras practicando esta linda pesca de boyas, donde casi nadie se va sin premio. Para los chicos, es un lindo entrenamiento en un lugar cómodo, donde a un pique errado seguramente le sucederá otro concretado. Los pejes que salían eran de unos 20 cm promedio, y en cuanto a los rendimientos, éstos dependen del día elegido y la mano de cada pescador. Pero se aconseja como premisa usar línea de tres boyitas esféricas lo más pequeñas posible, un punterito que puede ser con cebador y encarnar con camarón pelado, cebo blando que suele desprenderse con facilidad, pero que es el de mayor agrado para el peje. Caña telescópica de 3,60, anzuelos número 5 en brazoladas de 20 a 50 cm y un reel pequeño cargado con tanza no mayor a 0,25 serán suficientes para una pesca que se realiza prácticamente bajo los pilotes del muelle, es decir, que no requiere mayores lanzamientos.
Hay que dejarlos comer, pues a veces los pejes tienen boca demasiado pequeña para el cebo. Pero cuando terminan de acomodarla, la llevadita de la boya será franca, hundiéndola directamente o arrastrándola visiblemente. Será el momento de izar el peje. En días de buen pique, hay quien pasa las 50 piezas, pero lo usual en una jornada es oscilar entre 5 y 12 piezas.
Hemos visto entre las familias pescadoras, cómo mientras unos apuntaban al peje, otros tiraban alguna caña a fondo buscando brótolas, la especie del momento. Unos y otros contribuyen a la mesa familiar con dos especies de alto valor gastronómico.