
Científicos suizos lograron crear fantasmas en su laboratorio. Un estudio sugiere la forma en la que el cerebro humano provoca la sensación de presencias extrañas a nuestro alrededor. Todo el mundo conoce la historia de Víctor Frankenstein, aquel doctor que soñó con crear la vida y quien ha sido durante muchos años el arquetipo del científico loco, obsesionado por llevar la ciencia un poco más allá. En el otro lado de la balanza se encuentran los investigadores que tratan de encontrar respuestas para muchas cuestiones que hasta ahora carecían de ellas.
En este último grupo podemos encuadrar a un grupo de científicos de la Universidad de Lausana, que, encabezado por Olaf Blanke, asegura haber descubierto por qué muchas personas parecen sentir presencias extrañas a su alrededor. Para demostrarlo, diseñó un experimento en el que pacientes con dolencias como epilepsia o migraña y con los ojos vendados debían mover un brazo sujeto a un pequeño robot a través del dedo índice. Otro brazo mecánico, situado detrás del sujeto, reproducía ese movimiento, dándole pequeños golpes en la espalda. Los ejercicios mostraron que cuando los movimientos de ambos robots eran simultáneos, no ocurría nada extraño. Sin embargo, si los movimientos estaban separados por al menos medio segundo, pasados tan sólo tres minutos, los voluntarios tenían la sensación de que alguien había vuelto a tocarles la espalda, aunque realmente no había sido así.
La sensación fantasmal fue tan intensa que dos voluntarios se sintieron tan incómodos con la prueba que pidieron abandonarla. Algunos de los participantes en el estudio, que no conocían su objetivo, llegaron a afirmar haber notado la presencia de hasta cuatro espíritus a su lado mientras se desarrollaba el experimento. Este estudio demostraría que los fantasmas o sensaciones de presencia pueden surgir cuando el cerebro confunde las señales que recibe, por lo que crea una segunda representación del propio cuerpo que ya no se percibe como un "yo", sino como "otro". Probablemente, este experimento no contribuirá a que nadie deje de creer en fantasmas. Para la ciencia, en cambio, puede suponer un gran paso para seguir comprendiendo cómo funciona el complicado cerebro humano.