Algunos, retrocediendo un poco más en la historia cercana del máximo certamen de América, recordaban su campaña con Peñarol de Montevideo en 2011, cuando el Santos de Neymar le impidió quedarse con el título en la final. Pero poco más sabía el fútbol argentino acerca de Diego Aguirre.
"Creo que consigo una buena mentalización de los equipos, una buena motivación. Lo más importante es el día a día. Yo me quedo contento cuando veo que llega el domingo y el equipo hace lo que trabajamos durante la semana", decía en una conferencia de prensa en 2015, durante su paso por el Inter de Porto Alegre. La frase encierra el estilo de trabajo y de conducción de este uruguayo de 51 años: el aspecto anímico de los futbolistas le resulta fundamental, digno de invertir energía, tiempo y recursos humanos y técnicos adicionales en pos de lograr los mejores elementos para mimar los egos de sus jugadores.
Y parece tener sustento aquello de que, para Aguirre, cada partido es una nueva historia. A punto tal de que suele evitar izamientos de banderas con fundamentos estilísticos del juego. Es que Aguirre es el cerebro detrás de cada toque certero, profundo y veloz de este San Lorenzo al que admiran los propios y ya le temen los ajenos. Y fue también el conductor de aquel Peñarol que defendía duro y era fuerte en el contragolpe. El mismo tipo que una vez, dirigiendo a la Sub 20 de su país, dijo con muecas de orgullo: "No somos Brasil, somos Uruguay. Lo nuestro es meter pata y mucho huevo. Después vemos".
Con Aguirre recién sentado en el banco de suplentes, San Lorenzo conoció la angustia tras una caída (la única de un ciclo que ya cuenta 11 victorias en 14 partidos) por 2 a 0 ante Banfield en el debut en la Copa Sudamericana. La respuesta llegó rápida, furiosa y comprobatoria de la fortaleza psicológica del equipo: tres goles en los primeros 10 minutos de la revancha. Y cuando enseguida sufrió un gol en contra que era suficiente para empujarlo hacia una temprana eliminación, convirtió un tanto más para pasar de ronda. Con Aguirre ya con un buen puñado semanas al frente del equipo, el pueblo azulgrana supo gozar de un rendimiento en ascenso hasta estremecerse con dos exhibiciones de ensueño, frente a Godoy Cruz y Arsenal – ambas con victoria por 3 a 1-, que posicionaron sus ambiciones en el torneo local y la Copa Argentina. Y por si faltaba rubricar otra porción brillante de la faena, llegó el sólido triunfo por 2 a 0 frente a Palestino, por la Copa Sudamericana. "Destaco el juego, pero valoro mucho más las ganas y las solidaridad", soltó tras el encuentro ante el elenco chileno, y se describió una vez más a sí mismo.
Las ilusiones vuelan alto por Boedo, donde La Fiera Aguirre anhela dejar una huella. Los primeros capítulos son de puro romance, un sueño hermoso del que ninguno de los corazones azulgranas quiere despertar. Lo de ellos, hoy, es fútbol del bueno. ¿Después? Después vemos.
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