Un cuadro de Picasso
de 1919 despertó el
instinto criminal
Nicolás de Sousa y su pareja de nacionalidad paraguaya, Antonia Zárate fueron hallados asesinados el 22 de agosto de 2004 en su casa de Villa Elisa, donde al ingresar la policía encontró al hombre estaba tendido en el suelo, con las manos y los pies atados y con un golpe en el cráneo.
La suerte de la mujer no había sido mucho más benigna: en su caso los asesinos le había cubierto completamente la cabeza con cinta de embalar, lo que lo ocasionó la muerte por asfixia.
El caso causó conmoción en el barrio y en relación al móvil del doble crimen, los investigadores mencionaron en su momento el faltante de 1.000 dólares, una computadora, un televisor y la camioneta de la casa de las víctimas, aunque la pista más firme giraba en torno a la hipótesis que el hecho guardaba relación con el intento de robo de la valiosa obra de arte.
“Lo de la plata es una conjetura que estamos manejando nosotros porque surgió que había un Picasso del año 19 dando vueltas en el mercado negro”, manifestó el fiscal Cartasegna, que ahondó su criterio inductivo a partir de una interpretación que hizo en torno al valor del cuadro.
Mercado negro
“Entiendo que tiene mucho valor porque un Picasso del ‘19 es de una época de cambio en Picasso, de forma de pintar, de estilo”, precisó el representante del ministerio público.
El giro que empezó a tener el caso tuvo que ver con que los pesquisas sospechaban de un elemento que sería central para el esclarecimiento del hecho: en el ambiente de los galeristas de obras de arte se hablaba de la existencia de esa pintura y empezaron a imaginar que con esa información los homicidas fingieron estar interesados en un encuentro swinger para robarla en la casa donde creyeron que estaba el cuadro. Durante la investigación se determinó que las víctimas realizaban reuniones sexuales de intercambio de parejas, de acuerdo a datos surgidos de la computadora de De Sousa, donde obtuvieron información sobre los portales que a tal efecto que solían visitar y que terminaron ser, sin que jamás lo hubieran imaginado, su pasaporte a la muerte.