Con sus puertas abiertas desde 1942, y atendido por el hijo de los dueños originales, se convirtió en un clásico de la zona que trasciende el aspecto gastronómico para ser elegido por vecinos y clientes de paso.
Las malas acciones no son malas porque están prohibidas, sino que están prohibidas porque son malas". La frase, perteneciente a Platón, aparece grabada en una plaqueta pegada en la antigua máquina registradora que luce imponente sobre el mostrador. Así empieza a cautivarnos el Bar El Progreso. Hasta allí llegamos para conocer su historia, que tiene su fecha de inicio en 1942. Justo en la avenida Montes de Oca 1702, en una de las esquinas con California, en el corazón de Barracas.

Al cruzar la puerta vaivén del ingreso, arriba pueden verse camisetas y banderines con los colores de Sportivo Barracas, Barracas Central y la Selección Asturiana (idéntica a la de Boca), entre otros. 

El Progreso forma parte del selecto grupo que integra la Comisión de Protección y Promoción de los cafés, bares, billares y confiterías notables de la Ciudad de Buenos Aires.

César Moreno, el actual dueño, heredó el local que era de sus padres. La señora María Licinia Tomás de Moreno, su propietaria original, llegó de Asturias (España) cuando tenía 26, con su marido Aureliano Moreno, y su pequeño hijo. El matrimonio se hizo cargo del bar, que ya funcionaba con ese nombre desde muchos años antes. La cocinera Gladys, el lavacopas Pablo y el mozo Hernán, quienes atienden El Progreso a diario, nos contaron detalles de la vida de este emblemático lugar porteño, que está abierto de lunes a viernes de 7 a 20 y los sábados de 7 a 15 (los domingos permanece cerrado).

Hernán, quien hace 18 años trabaja como mozo en El Progreso, contó que "a principio de mes viene más gente por una cuestión lógica que es la económica. Además muchos vienen a cobrar a los bancos de la zona y luego se toman un desayuno, un cafecito o almuerzan". 

Por su parte, Pablo, el lavacopas oriundo de Lanús, comentó: "Hago cafetería, sandwiches y un poco de mantenimiento también. Estoy desde la mañana hasta las 4 de la tarde, de lunes a sábados. Es un trabajo que me gustó aprender desde un principio, y en el que todos los días se puede aprender algo nuevo. Estoy hace nueve años ya". 

En tanto, Gladys manifestó: "Sale mucho el plato del día, que es el que elaboro para el mediodía. En invierno son básicamente comidas de cacerola como lentejas. Y después todo lo que se hace al horno: pollo, carne, pescado... Y las minutas: milanesas, tartas, tortillas rellenas con jamón y muzzarella. Hay ensaladas también", dijo la entrevistada. 

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