La historia de la Casa Cuna, actual hospital Pedro Elizalde, es para escribir varios libros y hacer una muy buena película. Es que todo comienza a armarse cuando en Buenos Aires había algo más de cuarenta mil habitantes y casi no existían los centros asistenciales.
Fue en el año 1779 y por orden del Virrey de Buenos Aires, Vértiz, que se decide inaugurar la Casa de Niños Expósitos por iniciativa del Síndico procurador Marcos José Riglos.
Riglos había sido Juez de menores en 1766 y conocía la problemática frecuente de los niños abandonados, muchos de ellos muertos en medio de un total abandono. El edificio se construyó en las actuales calles Perú y Alsina y se tomó para eso una propiedad que había pertenecido a los desterrados Jesuitas y que estaba funcionando como Arsenal de guerra.
El 14 de julio de 1779 comenzó a funcionar el Hospital y Casa de Niños Expósitos y recién el 7 de agosto ingresó su primera paciente, una niña que había sido abandonada en la puerta y que fue bautizada como Feliciana Manuela.
En los primeros diez años de funcionamiento se atendieron en el lugar algo más de 2000 niños. La idea del nombre con el que se la bautizó se debía a que albergaba a los niños abandonados, "expuestos", en las calles o en los umbrales de las iglesias, los cuales eran comúnmente atacados por los perros.
Después de pasar por muchas penurias económicas, de estar al borde de la desaparición, se decide entregar la Casa a la Hermandad de la Santa Caridad quienes se hicieron cargo de su dirección.
La Casa comenzó a cambiar y a encaminarse y ya para 1905, como reconocimiento a su capacidad asistencial, la Casa pasa a llamarse oficialmente Hospital de Niños Expósitos y había en ese momento seis incubadoras en la Casa.
Una llegada determinante
El ingreso de Pedro de Elizalde se produjo exactamente dos años antes de ese nombramiento y el doctor llegó con apenas 24 años y apenas pisó el lugar su presencia fue determinante.
Fue Elizalde quien normalizó la Oficina de Recepción de Leche de Mujer, vigilando la salud de las “dadoras de leche” y la de sus hijos biológicos, para evitar su desnutrición y el contagio entre los bebés y las nodrizas. Cuentan que se llegaron a juntar 5000 litros de leche humana anuales, conservando la salud de nodrizas, sus hijos y los internos.
Elizalde creó también la “Escuela de Madres”, para preparar a quienes no se sentían en condiciones de asumir a sus hijos, a abrirse camino en la vida, conservándolos, llegando incluso a hacer que las madres que cuidaban a sus propios hijos recibieran retribución económica en concepto de ayuda a la crianza.
Creó la Escuela de Enfermeras de la Casa y profesionalizó la tarea y tal vez el cambio más significativo fue el del nombre ya que hizo cambiar el de “Expósitos” por el de “Pupilos del Estado”, para los abandonados. El cambio se terminó dando en 1920 cuando abandona definitivamente ese nombre para pasar a ser de manera oficial “Casa Cuna”.
En 1936 Elizalde fue nombrado director de la Casa Cuna y cambia para siempre su historia y su futuro. Es que empiezan a desarrollarse distintas carreras, profesiones, cátedras lo que le dieron una impronta única al lugar. En 1961 se decidió cambiarle el nombre y hasta la actualidad sigue siendo el Hospital Dr. Pedro de Elizalde.
En total, se efectúan más de 500.000 consultas anuales. La asistencia del paciente internado se realiza por niveles de complejidad; hay 181 camas de internación indiferenciada en habitaciones de 1 o 2 plazas, para aquellos que solo necesitan cuidados habituales.
Al lado de cada internado hay un diván para su madre, que asegura una cómoda internación conjunta. Cada habitación tiene baño privado y cada dos habitaciones hay una pequeña cocina.
Seis habitaciones tienen presión atmosférica positiva para internar enfermos inmunocomprometidos y otras seis tienen presión atmosférica negativa para aislamiento de enfermos aerocontagiantes.