Alonso en 1986 grabó a fuego su amor con los hinchas cuando hizo los goles para vencer a Boca en la Bombonera, mientras que Rubén Suñé hizo el gol que le valió a Boca dar la vuelta olímpica

La idolatría se construye a veces pacientemente y a veces a la velocidad del relámpago, pero siempre con hechos concretos, que en el caso del fútbol viajan sin escalas desde el césped hacia el corazón de la tribuna, impulsados por el protagonista central de la historia. En abril de 1986, Norberto Alonso ya había sacado esa chapa entre los hinchas de River.

Lo amaban, lo admiraban. No hacía falta ninguna hazaña adicional para renovar la credencial de ídolo, pero el Beto igual lo hizo durante aquel Superclásico que quedó en el recuerdo como "el de la pelota naranja".

Ese particular balón se utilizó sólo en el primer tiempo por gestión del arquero de Boca, Hugo Gatti, quien pidió jugar con uno de color naranja, presumiendo que el terreno estaría cubierto por papelitos blancos. El "Loco" tuvo que ir a buscarlo al fondo del arco sobre la media hora, producto de un certero cabezazo de Alonso, quien en la segunda mitad ejecutó el tiro libre que, tras desviarse en el brazo de Roberto Passucci, que estaba en la barrera, se transformó en el definitivo 2 a 0.

El otro tema saliente que rodeó al encuentro fue el de la postura que asumiría River en su visita a la Bombonera. Ya consagrado campeón, mucho se había hablado con respecto a la conveniencia o no de que el equipo millonario diera la vuelta olímpica en la casa del eterno rival. Sin embargo, ni bien salió a la cancha, el plantel visitante cumplió con el rito, pero sin pasar frente a la cabecera que da espaldas a Casa Amarilla -donde habitualmente se ubica "La Doce"-, para evitar que eso se tomara como una provocación.

Alonso forjó su condición de ídolo en River por ser un hombre formado en el semillero del club, por muchas actuaciones sobresalientes, por su enorme calidad, por sus goles y por los títulos conseguidos. En un año perfecto, que se redondeó con la obtención de la Copa Libertadores y de la Intercontinental, quizás aquella tarde de festejo y doblete en la cancha de Boca fue la frutilla del postre, la confirmación de ese romance, que nunca morirá, entre el Beto y la gente.

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El Chapa y un tiro libre para hacer historia


La única final de la historia entre Boca y River se jugó el 22 de diciembre de 1976, y puso para siempre a Rubén Suñé en el corazón del hincha de Boca.

El "Chapa" no fue un goleador. Con la camiseta xeneize disputó 377 encuentros y anotó 36 tantos. Su trayectoria se desarrolló como lateral derecho primero y como mediocampista central después, pero esa noche, en el repleto estadio de Racing, se convirtió en el responsable del único grito: el que consagró a su equipo como campeón del Nacional tras ganarle al rival de toda la vida.

Boca, bajo la conducción del Toto Lorenzo, se había clasificado con esfuerzo en la Zona A, pero en cuartos de final superó a Banfield y en semifinales a Huracán.

River, dirigido por Angel Labruna, terminó primero en la Zona B y accedió a la final tras vencer a Quilmes y a Talleres de Córdoba en los siguientes cruces directos. Para la finalísima en Avellaneda, el árbitro, Arturo Ithurralde, reunió a los capitanes -el propio Suñé y Roberto Perfumo- y les explicó que una novedad reglamentaria permitía la ejecución de un tiro libre sin que sonara el silbato.

Y a los 27 minutos del segundo tiempo, el héroe de aquel clásico cumplió al pie de la letra con la sugerencia. El Pato Fillol acomodaba la barrera y Roberto Mouzo pretendía hacerse cargo del tiro libre, pero Suñé se adelantó a los planes de su compañero y clavó la pelota lejos del alcance del arquero. La avivada del capitán azul y oro le dio el triunfo y un título más a Boca, aunque en realidad no fue uno más: fue muy especial, tanto como el adversario de turno... tan especial que hoy todavía les dibuja sonrisas a los simpatizantes boquenses.

Suñé logró cinco campeonatos locales, dos Copas Libertadores y una Intercontinental con Boca. Una cosecha amplia para alguien que tiene un sitio bien ganado en el cariño del público de Boca. Claro que el valor de ese derechazo sorpresivo y eficaz adquirió una connotación muy particular en su currículum. El tiro libre terminó su recorrido en la red y, paralelamente, se metió también en la historia del superclásico y del fútbol argentino.

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El compacto del partido


      Por la 'viveza' de Suñé, Boca derrotó a River en la única fi.mp4

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