Una tarde del 2014, Daniel Peralta, presidente de Instituto de Córdoba en ese momento, encaró a Gonzalo Maroni, la pieza dorada que leudaba en La Agustina, el predio de la Gloria. Sin anestesia, le avisó: "Preparate que en dos días te vas a San Lorenzo. Marcelo Tinelli te quiere llevar".
A Maroni todavía no le decían Maravilla, pero varios medios cordobeses ya se animaban a publicar artículos sobre el heredero del linaje Dybala. Lo comparaban con Pablo Aimar, otro producto de la provincia mediterránea. Tinelli encontró el tesoro y, como un conquistador español en Potosí, quiso llevárselo a San Lorenzo. El pase no se hizo porque Peralta pidió un monto por el pase que Tinelli no quiso invertir. Armando Pérez también preguntó por él. Lo quiso incorporar a Belgrano. Diego Maroni, padre del chico que anoche hizo vibrar a La Bombonera con un gol en el triunfo a Arsenal, se negó: los Maroni son enfermos de Instituto y no querían que jugase en otro equipo cordobés.
A los tres años, Maroni se hizo socio de Instituto de Córdoba. A los cuatro, empezó a jugar al fútbol en la escuelita EFUL. A los nueve llegó a Instituto. Y el 11 de agosto del 2015, con 16 años, Héctor Rivoira lo hizo debutar en Primera en la victoria de la Gloria contra Atlético Tucumán. Ese día, como anoche, tiró un caño que levantó a todos los hinchas. Su familia vio el partido en la tribuna.
"Sabíamos que era distinto a todos, y no porque sea mi hijo", decía, en una entrevista televisiva, Mariana Maldonado, su madre. Los videos de Maravilla de niño están regados por YouTube. Son joyas con buena calidad de imagen. Se lo ve en distintas fases de su crianza futbolística y, entonces, es fácil comprender porqué los cordobeses lo bautizaron como al boxeador Sergio Martínez. Muchas de esas imágenes son de la Copa Coca Cola, donde brilló y salió campeón provincial en dos ediciones. Ya desde entonces lo señalaban como un diamante en bruto. "Me gustaría ser Messi", declaraba con ilusión, pero no se despegaba de sus colores: "Mi ídolo actual es Paulo Dybala", repetía.
A finales del 2015 Boca desembolsó $6.000.000 por el 90% del pase. "Me hubiese gustado jugar más tiempo en Instituto, pero Boca es lo más cercano a un club de Europa", se lamentaba, como si el salto a Buenos Aires fuese algo que lo inundó de melancolía. Ya lo representaba Agustín Giménez, el hombre que maneja a figuras como Ángel Correa y Eduardo Salvio. En Casa Amarilla, apenas lo vieron jugar, todos supieron que el morocho tenía magia en su pie derecho. "Lo fuimos preparando de a poco", comentó Guillermo Barros Schelotto ayer, después del triunfo. Ya lo había hecho debutar en la caída contra Estudiantes, el 16 de mayo del año pasado.
Hace tiempo que un juvenil no ilusiona a La Bombonera. Frente a Arsenal, la desfachatez del chico fanático de Instituto provocó una enorme sorpresa. A Maravilla no le pesó jugar en la cancha donde brillaron varias figuras del fútbol argentino. Ahora, tal vez, sea su hora de carretear por La Boca.