Durante el Mundial de Qatar 2022, mientras que Argentina avanzaba en la competencia, un artículo del reconocido The Washington Post planteó “Why doesn't Argentina have more black players in the World Cup? (¿Por qué la Argentina no tiene más jugadores negros en la Copa del Mundo?), pregunta que resulta interesante este 31 de agosto, dado que se celebra el Día Internacional de los Afrodescendientes.
Según las últimas cifras oficiales, en la Argentina solo hay 149.493 personas que se autoperciben de esta manera, aunque desde las organizaciones de la comunidad Afro estiman en 2 millones (el 5% de la población) a las personas que tienen esa procedencia y habitan nuestro suelo.
Desde la última época colonial hasta el día de hoy hubo una fortísima reducción de la población negra. El Censo de 1778 arrojó que nada menos que el 46% de la población tenía origen africano.
Entre 1777 y 1812 entraron al puerto de Buenos Aires y Montevideo más de 700 barcos, con 72 mil esclavos africanos, provenientes de la zona sur de África, como Angola, Congo y Mozambique, y otros.
Esta presencia fue notable en lo demográfico y cultural, por ejemplo, en el siglo XIX circularon más de diez periódicos de la comunidad negra, como La Broma, El Unionista, El Proletario, La Juventud, entre otros, que influyeron en los pensadores de la época.
De ese momento histórico provienen palabras de origen africano, como “milonga” (baile surgido en 1970). Se trata de una palabra que deriva de una lengua bantú, que se habla en Angola. Procede de “mi-longa”, que puede traducirse como “decir cosas” o “palabreo”. En el Río de la Plata este término hace referencia al baile de pareja enlazada, que está emparentado con el tango.
La principal razón de la marcada disminución de la población negra local, ocurrida en el siglo XIX, no es otra que el mestizaje con los grupos más numerosos, que son las poblaciones blanca y amerindia, respectivamente.
A este respecto, basta señalar que Argentina en la segunda mitad del siglo XVIII fue el tercer país en el mundo en recibir la mayor cantidad de inmigrantes, con 6 millones (aunque solo la mitad se asentó definitivamente en el país), sólo superado por Estados Unidos.
Esta nueva mayoría blanca generó un fenómeno de absorción sobre la población negra y la amerindia aunque esta, según consigna la página del Ministerio de Cultura, resultó menos afectada por su mayor número y porque, posteriormente, el país también recibió población de países limítrofes, de similar origen.
De ello, según los especialistas, se infiere que la herencia afro haya ido disminuyendo paulatinamente con cada generación posterior, hasta el punto de ser una pequeña parte del genotipo, y no resultar evidente en la apariencia física.
En conclusión, debido a dicho mestizaje, casi todos los descendientes actuales de los negros de la época colonial y el siglo XIX son blancos o, en menor medida, amerindios.
Cabe mencionar, sin embargo, una segunda migración afro que sucedió con la llegada de los europeos, en el siglo XIX, principios del XX y luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. La mayoría provenientes de Cabo Verde, que ingresó ya no como esclavos, sino como ciudadanos libres, huyendo de la colonización portuguesa. Se establecieron en la zona de Ensenada y Dock Sud, siempre cerca de los puertos, donde podían hallar fuentes de trabajo.
Y finalmente, desde la década del 90, arribaron los que denominamos comúnmente como “senegaleses” a pesar de provenir de Mali, Senegal, Mauritania, Liberia y Sierra Leona. En su mayoría son varones jóvenes que vinieron en busca de nuevas oportunidades, y se dedican a la venta ambulante, en las ferias callejeras.