Según un informe que publicó el diario Ámbito Financiero, los consumidores pagan hasta un 80 por ciento más por un mismo producto según el kiosko donde compre.
Cada local maneja sus propios precios y la distorsión de valores es cada vez más marcada, en medio de una inflación que no se detiene y de un acuerdo de precios de 100 productos de los 40 mil que comercializan los supermercados.
Según publicó el diario Ámbito Financiero, las bebidas parecen ser las más vulnerables a la hora de la dispersión de los precios, sobre todo en esta época del año en la que la demanda se acrecienta debido a las intensas olas de calor. Mientras un agua isotónica cuesta 13 pesos en el microcentro porteño, se llega a pagar 18 pesos en el barrio de Recoleta, una diferencia de casi el 40 por ciento por el mismo producto y hasta en igual presentación.
Si bien los precios varían según el barrio, también se encuentra una considerable diferencia por la ubicación del local dado que los precios de los kioscos situados en shopping son los más caros.
Los kioskos ubicados en las estaciones de subte, y, por último, los que se hallan en la calle, aunque tampoco es lo mismo adquirir golosinas en una sala de cine, en un recital o dentro de un estadio de fútbol: allí los precios se ven inflados a veces hasta en un 100 por ciento. Así, mientras en un kiosco en el centro de Vicente López se paga 12 pesos por un paquete de galletitas surtidas de 500 gramos en otro frente al río cuesta 20 pesos, un 67 por ciento de diferencia.
Muchos de los consumidores se dejan tentar por la vidriera del kiosco y, por lo general, a la hora de comprar estos productos desconocen sus precios, por lo que pagan el importe sin objeción alguna. Además, la creciente inflación hace que muchos consumidores pierdan noción de los precios. Así, por ejemplo, el clásico bombón relleno es una de las golosinas que más diferencia presenta en su precio.
Mientras en aquellos kioscos que están abiertos las 24 horas en Recoleta se paga 4 pesos por un bombon, en un local del barrio de Saavedra su precio es de 2,25 pesos, una diferencia que alcanza el 77 por ciento.
La mayoría de los comerciantes buscan redondear los precios por la falta de monedas y de esta forma agilizar la compra, lo que suma a la dispersión porque no hay un patrón común a todos los comercios. Los chicles que vienen en paquete de seis suelen valer entre $ 4 y 5 pesos; son muy pocos los que deciden fijar el precio en 4,50 pesos ya que para los kiosqueros los vueltos se convierten en una complicación.
La diferencia de precios no escapa a zonas: mientras en un kiosco del microcentro se pueden adquirir tres sándwiches de miga por 18 pesos, en un negocio a pocos metros cuestan dos pesos más.
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