El 6 de junio de 1961 falleció el psiquiatra y sabio suizo Carl Gustav Jung. Antonio Las Heras esboza la obra y la personalidad del destacado pensador.

La madrugada del 6 de junio de 1961 hubo una inesperada tormenta eléctrica con fuertes vientos encrespando las aguas del lago a cuya vera el célebre sabio suizo edificara su casa décadas atrás, en Küsnacht, Cantón de Zúrich, Suiza.

En determinado momento un rayo dio en el árbol plantado por Jung en aquellos primeros tiempos y bajo cuya sombra se entretuvo puliendo piedras arrojadas a la costa durante las crecientes en tanto su mente desplegaba los pensamientos que le permitieron describir la psique humana abordando profundidades nunca antes atisbadas ni por científicos, ni por filósofos. Tal vez si en la poesía.

Por eso no es extraño que en una entrevista otorgada a la BBC de Londres, el Mago de Zurich sugiriera: “… sólo los poetas me entenderán.” ¿Por qué “sólo los poetas” si quien decía eso era el psiquiatra más prestigioso de toda Europa?

El hombre que desafiara a Sigmund Freud –padre del Psicoanálisis y de la moderna Psicología de lo Inconsciente, quien lo había designado su sucesor y “príncipe heredero”– afirmando –entre otras diferencias esenciales– que lo inconsciente contaba con un estrato innato al que denominó lo inconsciente colectivo, conformado por estructuras arquetípicas comunes a todo individuo de la especie humana y que los sueños no eran todos compensatorios (es decir, relacionados con los hechos de la cotidianeidad) sino que los había anticipatorios, parapsicológicos, traumáticos, proféticos, en paralelo.

Carl Gustav Jung (nacido el 26 de julio de 1875 en Kesswil, Cantón de Turgovia) se otorgó el permiso para indagar en aquellos campos que –aún hoy– la “ciencia oficial”, la “académica”, considera políticamente incorrectos.

La Parapsicología, la Alquimia, el ocultismo, la Astrología, la Magia y las sociedades secretas –como el gnosticismo y la Masonería– no le fueron temas ajenos. Pocos conocen que financió de su pecunio la restauración de uno de los manuscritos gnósticos hallados en Nag Hammadi (Egipto, 1945) y que, en su homenaje, fue denominado “Manuscrito Jung.”

El fenómeno OVNI

Su último libro, escrito en 1960, fue “Sobre las Cosas que se Ven en el Cielo”; análisis psicológico, psicosocial y antropológico del fenómeno OVNI tuvo su la primera edición castellana publicada por Sur, editorial de Victoria Ocampo; quien invitó varias veces a Jung a venir a la Argentina, lo que nunca se concretó.

Precisamente por ocuparse de estos temas y publicar –sin temor– sus investigaciones entre las que se destacan su monumental “Psicología y Alquimia”, texto que sólo puede ser entendido cabalmente por quienes se encuentren realmente iniciados en el campo de trabajo propuesto por este sabio, fue llamado “el Mago de Zurich.”

Tampoco le fueron ajenos la Filosofía, la Antropología, el estudio comparado de las religiones, la mitología así como la lingüística. Fue expedicionario entusiasta que, para conocer en detalle el chamanismo, estuvo con los indios puebla en la frontera de México con Estados Unidos, en el corazón del África y la India donde la Universidad de Nueva Delhi le otorgó el doctorado honoris causa.

Agente secreto

Hay quienes han dicho de Jung que era filonazi o, directamente, nazi. Esto a causa de sus relaciones científicas y profesionales con la Alemania de Hitler donde, incluso, ocupó un alto cargo en la Asociación Alemana de Psiquiatría. Jung siempre se limitó a afirmar que nunca había sido nazi y que merced al análisis de sueños de consultantes alemanes pudo determinar el advenimiento de Hitler antes que éste se hiciera del poder. La verdad recién se conoció al cumplirse 50 años de terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos desclasificó cantidad de archivos hasta entonces secretos.

De esta manera pudo conocerse otra faceta de la extraordinaria personalidad que fue Carl Gustav Jung. El sabio, el psiquiatra, el explorador, el místico… ¡fue también agente secreto! Sí, Jung había sido reclutado por la inteligencia yanqui y sus informes llegaban de manera directa al presidente de los Estados Unidos.

Un final con "sincronicidad"

Afirman los discípulos cercanos que aquella madrugada del 6 de junio de 1961, al desatarse la –para esa época del año– inesperada e inusual tormenta, y destruir el rayo –algo que no había pasado antes con otros cercanos ni volvió a ocurrir hasta hoy– el árbol plantado por Jung bajo cuya sombra estuvo infinidad de veces; en ese preciso instante, el Mago de Zurich murió. Lo que él había llamado “sincronicidad.” Dos o más hechos relacionados por una relación simbólica pero donde no hay entramado de causa que genera un efecto.

(*) El autor es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis y presidente de la Asociación C. G. Jung Argentina (AJA) e mail: [email protected]

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