Padre e hijo son sinónimo de Atlanta y sueñan con que la dinastía se extienda por los siglos de los siglos. El ídolo, desde la tribuna, dice que su sucesor tiene muchas cosas de las que él carecía
“Vení, vení; cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar; que de la mano, del ‘Pepe’ Castro, todos la vuelta vamos a dar”, cantaba  la gente de Atlanta en la vieja popular de madera que da a la calle Muñecas aquel 18 de mayo de 1996.

Ese día, uno de sus grandes ídolos, Fabián Alberto Castro, conocido en Villa Crespo como “Pepe”, jugó el clásico  frente a Chacarita (salió remplazado a los 3 minutos del segundo tiempo por Luis Bonnet) por la vigesimoprimera fecha del campeonato de la Primera B Nacional y concluía así el último de sus 218 partidos en el equipo en el que ganó dos Campeonatos  de  Primera B Metropolitana, en las temporadas 1990/1991 y 1994/1995.

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Siete temporadas entre la fecha de su debut con la camiseta de Atlanta el 23 de julio de 1988 por la primera fecha del campeonato de la B Metropolitana 1988/1989 frente a Laferrere (derrota 1 a 0) y la fecha de su despedida (interrumpido por un préstamo a San Lorenzo en la temporada 1991/1992).

Ese cantito de la gente, que hizo emocionar hasta las lágrimas al ídolo durante los primeros quince minutos de aquel último partido del “Pepe”,  puede volver a repetirse en los próximos años, porque Matías Fabián Castro, “Pepito”, heredó de su padre esa pasión por el fútbol, por Atlanta, la posición y la 10 que su papá supo defender.

Pepe se siente orgulloso de que su hijo juegue en el mismo lugar que él y se pueda desarrollar en el fútbol profesional, pero le parece “una situación extraña” y “que la toma con muchísima alegría y lo disfruta demasiado”. 

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Para Matías significa mucho que su padre sea uno de los grandes ídolos y toma como inevitables las comparaciones que se hacen entre ambos por su forma de jugar y porque llevan el mismo número en la camiseta: “Al principio era una presión  y sabía las cosas que se decían o quién me traía, pero a medida que pasó el tiempo me fui acostumbrando al qué dirán y hoy en día tengo una carrera por mí mismo y ya no me pesa”.

Durante la temporada pasada en la Primera B Nacional, Matías jugó 17 partidos y marcó dos goles (el del triunfo frente a Gimnasia y Esgrima de La Plata y en otra victoria de local frente a Guillermo Brown de Puerto Madryn).

“Yo nací y mi viejo ya había salido campeón; después tuve el agrado de dar la vuelta con mi papá en la temporada 1994/1995. Si un club hace feliz a toda mi familia y hace feliz a mi papá, obviamente que tanto yo como mi familia lo vamos a querer un montón”, afirma Matías, que considera que Atlanta es casi toda su vida y tiene pura pasión y puro amor por el club.

Pepe sigue por la misma línea y explica que “todos en la familia se acostumbraron a que Atlanta sea parte de la vida de la cotidiana” y que él no conoce el fútbol de otra forma que no sea con la camiseta auriazul. Es que no sólo el núcleo familiar es de Atlanta, también sus amigos están en el club y hasta la familia de su esposa se identificó con los colores del bohemio. “Atlanta, para toda la familia, es su lugar en el fútbol. Y la identificación del club con uno y de uno con el club me hace muy feliz”, destaca Castro padre.

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Temporada 1989/1990. “Pepe” Castro es el tercero de la fila de abajo

Mientras el gran diez de principios de los noventa la rompía dentro de la cancha, después de su retiro el club de Villa Crespo pasaría por una época durísima desde lo económico: no se pagaba la luz ni los juicios laborales. En 1991 se vendió la Sede social para escaparle a la quiebra y casi se vende el estadio.  

Pepe subraya: “Me ha tocado vivir todas esas etapas que marcan un período bastante difícil en la historia de un club que tiene que liquidar sus valores y estar uno ahí adentro viviendo la desesperación por no desaparecer”.

“Me alegra y tomo más magnitud todavía de todo lo que había pasado en ese momento  y que ahora el club esté bien y sin riesgos económicos me pone muy feliz”, comenta desde la distancia en el tiempo, cuando se consiguen logros deportivos y ve que el club está saneado y creciendo desde lo institucional.

La institución cambió hace ya algunos años  los tablones de madera de la cancha  por tribunas de cemento y gracias al esfuerzo de los dirigentes más el apoyo de la gente, pudo recuperar la sede social.

Pepe se sincera cuando piensa que dejó “muchas ofertas” por quedarse en Atlanta y el club le ha brindado todo su cariño, pero que  con el Bohemio están a mano porque “nos brindamos el ciento por ciento y no es fácil que una tribuna coreé mi nombre”.

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Piensa que la relación será de por vida y que no se imagina sin ir a la cancha de Atlanta, más allá de si Matías siga vistiendo la camiseta azul y amarilla. Su hijo también imagina una vida cerca del club de la calle Humboldt: “Si el día de mañana tengo un hijo y le digo que su abuelo y su padre fueron felices en la cancha de Atlanta, creo que  no le va a quedar otra opción que ser hincha de Atlanta. Esto irá de generación en generación, un amor que es incomparable, tanto el abuelo, como el padre y mi hijo serán hinchas de Atlanta”.

A pesar de la poca participación dentro del campo de juego, Matías Castro integró el plantel campeón de la temporada 2010/2011: “Cuando ascendimos fue lo más loco que me pasó en la vida, se me vinieron muchas imágenes, inclusive la de mi viejo ascendiendo”.

El mayor de la dinastía Castro, desde afuera, también disfrutó el ascenso pero como hincha: “Uno se hace admirador de los que juegan con esa camiseta, me puedo considerar un admirador del ‘Pollo’ Soriano, de Rodrigo Llinás y de Lucas Ferreiro, porque uno ya pasó por esa etapa y lo viví como todo los hinchas lo vivieron”.

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Brown de Madryn fue uno de los dos equipos a los que “Pepito” les hizo un gol en la B Nacional.

Matías destaca a su padre: “Yo quiero seguir los mismos pasos que mi papá, que mi hijo sea igual que su abuelo y que toda mi familia tenga los mismos valores que él. Y desde lo futbolístico  nunca vi un jugador como él, me enseña todos los días, pero más que como jugador, como un técnico o como persona, y eso es lo que más importa”.

Fabián describe a su hijo como persona: “Un orgullo, es lo que uno siempre soñó,  exactamente así. Está lleno de valores, de códigos que hablan bien de él como persona y me enorgullece profundamente”.

 Y futbolísticamente lo describe muy bien: “Creo que tiene muchas más condiciones de las que él muestra y él cree. Porque tiene condiciones técnicas que muy pocos de los que juegan hoy al fútbol en la categoría que él milita hoy la tienen”.

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Y hasta se compara con su propio hijo y lo elogia: “Ni yo tenía muchas de sus características técnicas, la pegada y el control de la pelota, por ejemplo. En algún momento va a demostrar todo lo que puede hacer en una cancha de fútbol.  El día que lo pueda demostrar va a ser ese número diez que todos los hinchas de Atlanta esperan”.

Por último, y a colación de la última frase de Pepe Castro, Matías sueña con ser ese número diez de Atlanta: “Quiero ascender y crecer con este club y si tengo la posibilidad de ascender a primera con Atlanta me gustaría quedarme para siempre”.

Los simpatizantes del club de Villa Crespo tienen la garantía de tener a un número diez de apellido y sangre bohemia y la gran ilusión de volver a cantar, que de la mano, esta vez, de Matías Castro (y su papá “Pepe” mirando desde la tribuna) “todos la vuelta vamos a dar”.

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Fotos: www.sentimientobohemio.com.ar



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