Durmió en vagones de tren, fue changarín y lo corrían de la feria de Ezeiza porque se llevaba la fruta picada, pero logró ser un boxeador exitoso que hoy, ya retirado, enseña a sus pupilos que la clave es levantarse rápido

En el gimnasio que montó hace nueve años detrás de su casa, en Ezeiza, Faustino Barrios, el ex campeón argentino e internacional liviano, le enseña a sus veinte pupilos que boxear no es sólo descargar golpes sobre el adversario sino pararse bien sobre el ring, conocer todos los trucos de la actividad y si toca besar la lona, levantarse rápido y retomar cuanto antes la iniciativa.

De todos esos conceptos que transmite, la paradoja se da en torno al último porque si bien jamás fue vencido por knockout en las 135 peleas que realizó en su carrera profesional, Faustino, de 57 años, sabe lo que es ponerse de pie, aún sentido, tras haber sufrido una sucesión de ganchos y directos al mentón propinados por la adversidad y la miseria.

Ocurre que Barrios sabe de situaciones difíciles como usar las veredas de alcoba, hacer changas para subsistir en el mercado de Turdera y tener la necesidad de birlar fruta picada en la feria de Ezeiza ante el descuido de los puesteros, en el marco de una realidad complicada que agravó las condiciones con las que había llegado de su Chaco natal.

"Tuve una infancia jodida", admitió Barrios a HISTORIAS DE VIDA. "Mi mamá -añadió- era alcohólica y donde se quedaba dormida, en una calle o un zaguán, yo que era chiquito, estaba ahí, con ella. Pero también sé lo que es hacer noche en los vagones de trenes parados en la estación Ezeiza, pero ahí un poco más crecido".

La pelea de Faustino en el ring de la vida tuvo sus primeras victorias cuando empezó a ser changarín en la feria mencionada y más tarde, en una panadería de Ezeiza donde un televisor lo puso en contacto con algunos combates boxísticos que lo sedujeron para siempre.

Así fue que en el club Los Andes de Lomas de Zamora aprendió a los 15 años los primeros golpes para realizar de allí en más 70 peleas como amateur y debutar con un triunfo en el terreno profesional, a los 20, cuando le ganó por puntos a Omar Díaz en la categoría Livianos.

"En el ring quería ser un hombre lobo para comerme todo lo que me ponían por delante, porque eso significaba mi sustento. Si tenía que pelear con un hermano mío, también lo hubiera fajado hasta ganarle", confesó quien ahora además de enseñar a boxear, también se anima a disfrazarse de payaso y animar fiestas infantiles.

Barro del bueno

"Me crié en el barro, pero tuve buenas amistades. Y el boxeo me hizo conocer mucha gente, pero tuve la capacidad de alejar a los malos. Porque pasa -aclaró- que cuando tenés fama muchos se te acercan para beneficiarse sin saber que el único famoso es Dios, que siempre estuvo conmigo, aun cuando dormía en los trenes".

Faustino es un agradecido de todos los que le dieron oportunidades como Daniel Mario Gómez y Aldo Chajit, y de los amigos que siempre están a su lado en el gimnasio como Juan y Seba Nieto, Rubén "El Oreja", Guzmán, Daniel "El Oso", el "Ruso" Martín y Diego Luna.

A modo de síntesis, Faustino asegura que "soy deportista y soy feliz". Mientras tanto observa a los hermanos Franco y Esteban, de 12 años, a quien piensa convertir en los primeros mellizos campeones de boxeo. Ese sueño lo emociona como cuando ahora va a la feria de la que antes lo corrían pero ahora saludan con un "cómo anda campeón". De aquella etapa triste a Barrios le quedó una duda que es casi una herida: "Nunca entendí porqué a mí que me llevaba la fruta podrida, los puesteros me corrían tirándome manzanas de las buenas"

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