¿Por qué Rudolph Giuliani? Porque alguna vez lo fue Roy Cohn, debería ser la respuesta. Es que en medio de las crecientes presiones por la investigación del fiscal especial Robert Mueller III sobre la posible colusión de Rusia en las elecciones que lo consagraron presidente de Estados Unidos, Donald Trump eligió al ex alcalde de Nueva York como su representante en el caso. Así, el millonario retomó una vieja estrategia para su defensa, una estrategia que alguna vez lo llevó a las primeras planas cuando recién era un joven empresario del sector de la construcción.
"Lo hago porque espero que podamos negociar el fin de esto por el bien del país y porque tengo una gran estima por el presidente y por Bob Mueller", aseguró Giuliani a poco de haber aceptado el patrocinio del mandatario norteamericano. El ex alcalde de Nueva York no habló de inocencia, ni de justicia, ni de la causa; prefirió usar la palabra “negociar”, justo cuando todo el Ala Oeste de la Casa Blanca le reclama a Trump que no utilice sus capacidades ejecutivas para obstaculizar la investigación.
Pero el actual presidente no es un novato en esto de contratar a un abogado que fuerce la letra de la Justicia para poder salir indemne: cuando recién se trasladaba de Boston a La Gran Manzana, cerca del final de los 70´, el magnate acudió a los favores del polémico Cohn para poder desarrollar sus proyectos inmobiliarios de la mano de grandes exenciones impositivas.
Luego de la renovación del quebrado Hotel Commodore, la primera gran obra de Trump en Manhattan, el magnate se prometió tomar el espacio más caro de la Quinta Avenida para su desarrollo más ostentoso. Así comenzó lo que hoy conocemos como la Trump Tower, la segunda casa del actual Presidente. Pero todo pareció entorpecerse cuando el por entonces alcalde de Nueva York, Edward Koch, le denegó una exención impositiva de cien millones de dólares para su construcción. Entonces, con Cohn a la cabeza, el joven empresario apeló el caso hasta llegar a la mismísima Corte Suprema. El fallo fue unánime: los siete magistrados votaron a favor del beneficio discrecional para el constructor.
La elección de su abogado no fue caprichosa: Cohn, conocido por sus contactos con el poder político y judicial, había patrocinado a los cabecillas de las principales mafias de Nueva York algunos años antes y había sacado de la cárcel a algunos de los barones que parecían condenados al cadalso. “(Roy Cohn) había defendido a los jefes de las familias mafiosas Gambino y Genovese”, aseguró el David Cay Johnston, autor de “The making of Donald Trump”, una de las tantas biografías de Trump que han salido a la luz después de su asunción. Su fama de abogado poco ortodoxo y de lograr mejores resultados lejos de los estrados que sobre ellos le venía desde la época en la que fue la mano derecha del senador Joseph McCarthy, el encargado de liderar la caza de brujas contra los supuesto infiltrados comunistas en Estados Unidos en los años 50´. Como fiscal, Cohn empujó al matrimonio de Ethel y Julius Rosenberg absurdamente a la silla eléctrica, acusados de haber entregado secretos atómicos a la Unión Soviética.
“En la vida de Trump jugó un papel fundamental, Cohn fue su gran mentor, el hombre que le enseñó a golpear”, remarcó Marc Fischer, editor en The Washington Post y coautor de la biografía “Trump, al descubierto”.
Ahora, mientras el Fiscal Especial amplía su investigación, Trump vuelve a transitar otra semana de turbulencias mediáticas: el ex director del FBI James Comey, quien fue separado de su cargo por el Presidente con la idea de calmar las aguas que lo empapan tanto a él como al Kremlin, sacó un libro en el que detalla sus conversaciones con el titular de la Casa Blanca. "Una lealtad mayor: verdad, mentiras y liderazgo", retrata a un Trump egocéntrico, con un doble discurso y con grandes preocupaciones sobre el caso. La publicación repasa cada encuentro en el Salón Oval y la Sala de Situaciones, lugar en el que coincidieron en más de una ocasión hasta que Comey pidió expresamente al personal de Seguridad Nacional que no lo dejaran más a solas con el Presidente.
A pesar de que el libro juega constantemente con revelar secretos del Ala Oeste de la Casa Blanca, sólo refrenda la declaración que hizo frente al Fiscal Especial. Es, para alivio de Trump, una versión mucho más amable que “Fuego y furia”, el libro en el que Michael Wolff describe al millonario neoyorquino como a un incapaz que no quería ganar las elecciones.
Pero, como dijo Giuliani, es tiempo de “negociar”. Está claro que la causa no se puede enterrar de la noche a la mañana, menos con la relevancia que le han otorgado los principales medios de comunicación de Estados Unidos. Pero el ex alcalde de Nueva York desembarca en el equipo del Presidente con la misión de, al menos, dilatar todo hasta el final del mandato. “Mi consejo sobre Mueller ha sido esto: debería permitírsele hacer su trabajo. Tiene derecho a hacer su trabajo”, fueron las declaraciones finales del flamante asesor que sabe, como todos, que el Presidente no es bueno escuchando consejos.
Por su parte, en un nuevo capítulo de sus rimbombantes declaraciones, Trump sostuvo que es objeto de “una caza de brujas y una víctima del mcCarthismo”. Si tan sólo Roy Cohn lo escuchase.