Si bien la victoria fue de Ciudadanos, agrupación integrista al mando de la joven Inés Arrimadas, los números alcanzados durante los comicios le brindan un interesante guiño al bloque secesionista, que si logra moverse en bloque, cuenta con mayoría para allanarle el camino a un mandatario en la Generalitat. Duro golpe para el Partido Popular del presidente Rajoy, que de la mano de Xavier García Albiol apenas superó el 4 por ciento de los votos, en lo que significó su peor registro en la historia.

Si a fines de octubre, tras la declaración unilateral de independencia y posterior aplicación del artículo 155 para evitar su consumación, las elecciones pautadas por el presidente de España, Mariano Rajoy, para el 21 de diciembre iban a llevar cierta calma a Cataluña, lo concreto es que el panorama, dados los resultados en los comicios, continúan bajo una total incertidumbre, sólo certificando algo que se percibía desde el comienzo en esa región: una polarización absoluta entre dos ideas antagónicas que, a medida que pasaba el tiempo, en la campaña, se resaltaba aún más explícita.

En ese sentido, más allá del triunfo de la agrupación Ciudadanos, al mando de la joven Inés Arrimadas, que es netamente integrista y ya remarcó que pretende que el territorio permanezca cobijado por el país ibérico y a su vez que se afiance el vínculo con la Unión Europea, los números le brindan un guiño al bloque secesionista, pues el conglomerado de partidos con ese tinte, si acaso se mueven en bloque, cuentan con la mayoría para allanarle el camino a un mandatario en la Generalitat.

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Así la situación, el tan mentado 21D, que a lo lejos se vislumbraba como la variante más redituable para hacer mella al movimiento independentista, finalmente lo fortaleció, y, en contraposición, le dio un duro golpe difícil de digerir al gobernante, a nivel nacional, Partido Popular. ¿Por qué esta última sentencia? Xavier García Albiol, el candidato de ese esquema, y que sumara el apoyo de Madrid, apenas si superó el 4 por ciento de los votos, el más bajo en su historia. Por eso la necesidad de recalcular de Rajoy, más allá de la chicana que lanzó hacia Carles Puigdemont, el presidente destituido y con asilo en Bruselas, cuando éste le pidió una reunión para entablar un diálogo entre las partes, aclarando que cualquier charla venidera debía ser con Arrimadas, la vencedora el jueves pasado.

El Ejecutivo español sufrió no sólo el revés electoral, pues también observa con preocupación un presente esquivo que este saldo negativo puede multiplicar, ya en el plano general, a sabiendas del descrédito con el que cuenta su figura. A tal magnitud esa sensación que, una vez concluido el sufragio se le preguntó sobre un posible adelantamiento de la votación en torno a su puesto.

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¿La razón de la derrota? No supo aglutinar en su sector todo el electorado en contra del independentismo y así propició el nacimiento de un rival en ciernes, ya que ese objetivo sí lo logró Ciudadanos, una estructura en ascenso de apenas un puñado de años de vida, y que avanzó, casi con una tónica habitual en estos tiempos, de la mano de las denuncias de corrupción. Se afianzó, entendió dónde lastimar con su discurso y qué valores pregonar, y cosechó un satisfactorio número de bancas que invita a erigirse en fuerza de peso para toda España en el mediano plazo.

Por lo pronto, es difícil que, pese a liderar el tablero el jueves, pueda coronar al presidente catalán; aunque eso recién se sabrá cuando promedie enero y entren en juego los distintos bloques separatistas, Juntos Por Cataluña, Esquerra Republicana de Catalunya y Candidatura de Unidad Popular, siempre que no se enfrasquen en luchas internas y continúen, sí, una misma hoja de ruta, esa que hasta la campaña era concreta: sentenciar la independencia del territorio.

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En ese mismo tablero habrá que aguardar por las piezas que mueva Podemos, otra agrupación reciente, como Ciudadanos, aunque más tendiente a la izquierda, que en las elecciones no trastocó el amperímetro, lejos de épocas anteriores post crisis económica de 2008, pero que contará con algunos legisladores que podrían hacer valer su palabra.

Frente a ese panorama, el itinerario quedará supeditado a las próximas jugadas en el enfrentamiento político, pues detrás hay una mochila pesada, con declaración unilateral de independencia, activación histórica del artículo 155 y también unas elecciones vitales en la palestra. Pero ninguna trajo alivio, sino más bien, un grado aún mayor de incertidumbre que todavía está sin solución aparente.

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