En muchos casos vemos a una persona mayor con calzado que no está en las mejores condiciones. Pero no es símbolo de pobreza. Es que los zapatos, con el tiempo, cada día caminan mejor. Es que toda nuestra humanidad descansa sobre los pies y es lo que evita que nos llaguemos la planta. Lo mismo sucede con el colchón y, sobre todo, con la almohada. Si pensamos, veremos que algunas son un desastre y están más para la jubilación que para dar descanso. Pero a nosotros nos vienen bien. Descansamos la cabeza en “eso” que en algún momento fue algo cómodo... ¿para quién? Es que esos desniveles que adquieren las almohadas, son producto de la acumulación de sueños y pensamientos y ¿dónde van después de usados? Casi seguro que se guardan dentro de ese adminículo que extrañamos cuando dormimos en hoteles. Seguro que están llenos de anhelos y esperanzas, de sueños y deseos de vida. Cambiar la almohada significa tirar lo que nos acompañó en las horas más felices o más tristes. Muchas veces sirvió para secar las lágrimas y acallar un grito. Siempre fue nuestra compañera y amiga casi perfecta. Sólo escuchaba y no hablaba, dando consejos.
Manuela S. Roca
DNI 13.765.721