¡Aleluya hermano! Lo que había perdido, lo encontré. No importa si se trataba de algo físico o espiritual, lo he recuperado. Cuando algo así, nos sucede lo recibimos con festejos y alegría. Luego, en la tranquilidad de la euforia, meditamos. ¿Por esto, tanto sufrí en su oportunidad? Ahora que lo tengo, ¿qué haré con ello? Es que nos hemos ido acostumbrando a nuevas cosas, ya que la vida nos ha puesto, nuevas escalas de valores en la mente. Al comienzo comparamos, evaluamos y sacamos nuevas conclusiones. Los defectos de uno y otro, los ponemos a consideración y en algunos casos nos decimos si realmente valió la pena invertir tiempo en la búsqueda. Y sentimos un íntimo rechazo, por habernos abandonado por desidia nuestra o por haberlo perdido. Es que nuestra culpa, nos pesa. Entonces, preferimos lo malo que tenemos en el presente, a lo bueno que era lo de antes.
José P. Castelli