Dentro de lo que se puede considerar el menú generalizado de los argentinos, las pastas ocupan un lugar preponderante. Cuando y donde se puede, los domingos son de asado o pastas -los famosos tallarines de la abuela o “no hay como las que hace mamá”-. Una tradición nacional.
Por Marcela Korzeniewski
Hablar de pastas nos remite, indefectiblemente, a Italia. Sin embargo, los creadores de este manjar habrían sido los árabes, quienes conocieron el trigo duro antes que los italianos. Pero hay mucha discusión y mucho debate al respecto. Hay teorías que afirman que fueron los chinos quienes la inventaron. Pero lo cierto es que fueron los italianos los encargados de hacerla famosa en el mundo entero. En rasgos generales, se conocen dos tipos de pastas: la pasta fresca, elaborada con huevo y harina de trigo blando. Y la pasta seca, elaborada con harina de trigo duro y agua. En el pasado, el consumo de una u otra daba cuenta de la “jerarquía social” de las personas. Una mesa abundante en pasta fresca era sinónimo de riqueza. Y si estaba rellena de carne, mucho más. En cambio, la pasta seca era considerada una comida de pobres. Hoy en día, si bien la pasta seca sigue siendo más económica que la fresca, ambas variedades son valoradas y disfrutadas por igual. Cada una tiene características propias, con sus ventajas y desventajas. La pasta fresca es una pasta más delicada, porque se elabora a partir de la harina más blanca, refinada y menos glutinosa -la harina 0000-. Esto da como resultado una pasta muy elástica, fácil de manipular e ideal para rellenar. La pasta fresca es, además, sinónimo de pasta casera, y también de creatividad, ya que se le pueden incorporar los más variados rellenos, según la imaginación y el gusto de cada uno. La mayor desventaja de la pasta fresca es que hay que consumirla rápidamente, ya que es un producto que no se puede conservar por mucho tiempo. Tampoco conviene frizarla -si bien se puede hacer- porque va en detrimento de su textura. La pasta seca, por su parte, tiene muchas más variantes en cuanto a formas y tamaños. Se conservan por mucho tiempo en la alacena y son más económicas que las frescas. Además, son las preferidas por los amantes de la pasta al dente, porque al ser elaboradas con sémola de trigo duro, presentan una textura más firme. Son ideales para sacarnos del paso cuando no tenemos mucho tiempo para cocinar. Pero por otra parte, si bien es posible hacer pasta seca en forma artesanal -así se elaboraba en el pasado- requiere de mucho tiempo, paciencia y de condiciones climáticas adecuadas (se necesita un clima seco, con poca humedad y una temperatura determinada), con la desventaja adicional de que la pasta secada en forma casera tiende a volverse muy quebradiza. Hay ciertas regiones en Italia que se destacan por su pasta fresca. Esto ocurre en especial en el Norte, donde la tierra es más fértil. La pasta seca se consume más en el Sur de Italia. La región de la Emilia Romagna, al Norte, se caracteriza por la pasta fresca de una masa rica en huevo y también por sus salsas y sus rellenos. De Bologna es, por ejemplo, la famosa salsa bolognesa. La región del Veneto se distingue por la pasta con pescados o mariscos, como la pasta con calamares. Y La Puglia, al Sur, por sus famosos orecchiette. Sicilia, también al Sur, es considerada la cuna de la elaboración de la pasta seca italiana, por sus condiciones climáticas y su historia. También en Nápoles se elabora pasta seca a nivel industrial desde hace varios siglos. Lo bueno de la pasta es que hay mucha variedad: rellena, no rellena, al huevo, sin huevo, larga, mediana, corta, seca, fresca, cuadrada, redonda, triangular, aplanada, cilíndrica... Y la lista no termina. Hay pasta para todos los gustos. ¡Por suerte!