Esta mañana se expondrán los alegatos en el proceso que se le sigue a Pablo Reyes, un ex vigilador privado acusado de haber matado para robarle una suma de 70.000 pesos a Nicolás Silva, un joven empleado de una financiera.

Tras cuatro audiencias de un juicio, en el que las pruebas y testimonios ratificaron ciertos detalles de la manera en que se cometió el crimen, más la posterior pretensión de ocultar el cadáver en un mueble, esta mañana se expondrán los alegatos en el proceso que se le sigue a Pablo Reyes, un ex vigilador privado, acusado de haber matado para robarle una suma de 70.000 pesos a Nicolás Silva, un joven empleado de una compañía financiera, que se había dirigido a su casa para llevarle esa suma de dinero como parte de una transacción, en un recordado hecho ocurrido en la mañana del 4 de octubre de 2016 en un edificio del barrio porteño de Montserrat.

La Fiscalía se pronunciaría por la aplicación de la pena máxima, ya que el imputado afronta el cargo de "homicidio criminis causae, en concurso ideal, con robo agravado por el uso de arma de fuego" y se presume que la defensa podría argumentar algún atenuante, debido a la actual situación por la que atraviesa Reyes (38) años, alojado en el pabellón del PRISMA, el programa para detenidos con afecciones neuropsiquiátricas en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. Luego de los alegatos, los integrantes del Tribunal Oral Criminal Nro. 26 de la ciudad de Buenos Aires anunciaran cuando se dará a conocer el veredicto.

"No hay dudas sobre quien fue el asesino, como mató a mi hijo y que hizo después con el cuerpo. En el juicio quedó claro y no espero otra cosa que la condena a prisión perpetua, que no haya sorpresas. Además, se debería ordenar una investigación sobre la complicidad o el encubrimiento de su esposa Brenda Rendón, como así también la del padre Antonio Reyes y de alguien más. El fiscal José María Campagnoli decidió sobreseerlos enseguida, por una inexplicable ‘falta de mérito’. cuando el entorno familiar de Pablo Reyes no podría haber sido ajeno a todo lo que hizo. Hay muchas comunicaciones en esos 40 días en que no supimos nada de Nicolás y muchas sospechas", manifestó Marcela Neira, madre de Silva, quien asistió a cada una de las jornadas del juicio.

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Si bien no está constituida como particular damnificada en el debate, debido a que ese lugar en el expediente fue ocupado por la esposa de la víctima, de entonces 29 años, la mujer sostuvo que "ha sido muy duro atravesar cada una de las audiencias, donde se dieron detalles de cómo pasó todo, pero cada uno de los que declaró no dejó dudas. También fue importante el testimonio de la vecina, quien ante una filtración y los olores nauseabundos permitió que este horror saliera a la luz o el del encargado del hotel, donde el asesino quiso esconderse, hasta que escribió esas cartas con un supuesto perdón e intentó suicidarse. Estoy convencida que Pablo Reyes no pudo haber echo todo solo, contó con muchos cómplices, que siguen callando".

El 4 de octubre de 2016, Nicolás Gonzalo Silva salió de la financiera donde trabaja en la calle Florida al 200 en el microcentro portando 70.000 pesos para dirigirse a un departamento del 4to. "A" de Venezuela al 1200 en Montserrat, donde debía encontrarse con este hombre, empleado de una empresa de seguridad Gruspa y que brindaba servicios en el edificio de la agencia Télam. Eran las 11.30 cuando se lo ve con vida por última vez, de acuerdo a los registros de una cámara de seguridad y su cadáver, envuelto en bolsas y encerrado en un mueble del lavadero sellado con clavos, fue descubierto, a raíz de un sospechoso aviso de su pareja por "olores nauseabundos", que se sumaban a las denuncias previas, pero no judicializadas de una vecina.

Como la causa tramitó ante la Fiscalía de Distrito de Saavedra-Nuñez, pues Silva tenía domicilio en esa zona, desde allí se realizó la cuestionada investigación y una vez reunidas las pruebas, fundamentalmente la confesión de Reyes, se solicitó la elevación a juicio al juez Marcelo Conlazo Zavalía, bajo la calificación de "homicidio criminis causae". En ese período que fue hasta el 13 de noviembre, se apuntó a las presuntas actividades irregulares que desarrollaba Silva o a su vinculación con las barrabravas de Defensores de Belgrano y Boca Junios (clubes con los que simpatizaba), hasta se rotuló el caso como el del "Arbolito", en una categorización mediático-judicial donde se exhibe el concepto de revictimización.

Al joven lo apuñalaron, lo estrangularon con una correa de perro y lo asfixiaron colocándole una bolsa de nailón en la cabeza, para robarle el dinero. Tras ocultar su cuerpo en ese placard, según la particular visión del fiscal Campagnoli, con la plata que robó, el homicida fue a comprar drogas a la Villa Zabaleta de Barracas y luego logró mantener el "secreto" durante 40 días. Su esposa Brenda Rendón denunció a la Policía por el hallazgo del cadáver, al mismo tiempo que su marido escapaba, para encerrarse en una pensión de la zona de Once, hasta que lo localizaron, en medio de un intento de quitarse la vida, cortándose las venas.

Reyes dejó dos cartas, una dirigida a su familia en la que pedía perdón y otra a las autoridades, donde también relataba lo sucedido, asumiendo su responsabilidad en el asesinato de Nicolás Silva. Con esos elementos, la mujer (trabajaba en el Ministerio de Economía de la Nación) que había sido demorada por su casi innegable complicidad fue liberada en menos de un día, también su suegro y padre del sindicado homicida.

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