Tradicional pesquero frente a los carritos, convoca a pescadores que pueden llegar en bicicleta o colectivo y nos permite hacer efectivos intentos con el pejerrey en un balcón al río totalmente gratuito.

Siempre en la intención de encontrar un buen balance entre propuestas que puedan satisfacer las expectativas de quienes puedan hacer un viaje o pagar una salida guiada, pero también entre quienes quieran hacer pesquitas bien "populares", ésta vez nos vamos a referir a un pesquero capitalino de acceso público y costo cero. Hablamos de El Abanico, muelle de costanera norte porteña, justo frente a los famosos "carritos" y a metros de Tierra Santa, un sitio donde podemos llegar en auto o bien nos acercan los colectivos 160, 37 (ramal 3 y 4), 33, 45, o el 107 en Ciudad Universitaria.

Este pesquero recibe su nombre porque el muelle tiene precisamente forma de abanico, con una confitería en su ingreso y algunos puestos de ventas de carnada en la zona. Una opción para proveerse de este vital insumo es llevar carnadas de El Abuelo, en Flores, con las mejores mojarras vivas, o pasar por la puerta del Club de Pescadores.

Una vez en el ámbito, bastará un equipo compuesto por caña de 4 metros tipo Spinit Spectrum o Tech Karma, reeles chicos con multifilamento de 0,16, boyas esféricas redondas Doble T o tipo chupete bien chicas de la misma línea, un lindo puntero impulsor para lograr distancia y usar brazoladas cortas de no más de 20 cm, para lograr mejores resultados.

La mañana de nuestra visita, con cielo despejado río bastante planchado y mucho frío matutino, vimos que los aficionados pescaban mayormente cerca de los pilotes del muelle. Nosotros probamos tirando lejos, y pesscand a pick up abierto para que aún con el mínimo movimiento de la marea, en creciente, las líneas "caminaran" buscando pique. Fue un acierto. Empezamos a pescar pejes de 20 a 30 cm, bastante buen tamaño para éste ámbito.

Es clave contar con un surtido de boyas en colores contrastantes: algunas verde limón o blancas y otras en tonos oscuros, preferentemente naranjas o rojos -que siempre se ven bien- y alguna negra total, para pescar sobre el brillo del sol en horas del mediodía, si la pesa así lo exige.

Hay que afinar equipo, pescar caña en mano y contar con carnadas siempre frescas para maximizar las chances. Mojarras que pasan horas sin ser renovadas, brazoladas enruladas y demasiado largas, anzuelos demasiado grandes y en ocasiones desafilados u oxidados, serán sinónimo de estar perdiendo el tiempo.

Es menester ser bien selectivo en el equipo para que todo quepa en un bolsito, de modo tal que si tenemos que movernos a la curva que está pasando Tierra Santa, mudarnos al Parque de Los Niños o bien queremos cambiar de sitio dentro del mismo muelle, no tengamos que andar levantando campamentos importantes.

Otro tip: tener la carnada viva, del tamaño justo del anzuelo, es importante. Por eso un aireador de carnadas será útil para mantenerlas siempre vivas en el baldecito portacarnada. Y no olvidar el asticot o gusano de mosca, que en este caso nos proveyó El Abuelo. Muchas veces cuando el peje de medida en adelante se hace desear y solo aparece el pejerrey bien juvenil, éste se vuelca con gran fruición sobre el gusano, que a razón de cuatro o cinco pinchados de una sola pasada en un anzuelito 5, será mortal.

Ya que hablamos de carnadas, al gusano de mosca le podemos sumar filets de dientudos o de pejerreyes bien devastados (finitos), ya sean simples o teñidos de rojo. Este cebo suele ser muy efectivo y combinarlo con una mojarra como remate de anzuelo, de una sola pasada. Hablando de mojarras, enhebrarlas de cola a cabeza o hacerle dos o tres pasadas en el mismo sentido, será el modo correcto de encarnarlas.

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